Editorial


Proteger las islas

La Agencia Nacional de Tierras (ANT) inició un programa para proteger los arrecifes del Parque Corales del Rosario y San Bernardo con la instalación de 81 boyas alrededor de Isla Grande, la de mayor tamaño y población en las islas del Rosario. Las boyas son de dos tipos: hay unas de amarre, las cuales ya están fijadas al fondo del mar sin hacerle daño al arrecife, probablemente a través de un ‘muerto’ de cemento, y también instaló otras boyas de tipo ‘lápiz’ para indicar que se debe bajar allí la velocidad de las lanchas.

En el primer caso, al amarrarse las lanchas a boyas que ya están fijadas al fondo, se evita que tengan que usar sus propios anclas, que hacen una labor nefasta en el fondo al actuar como arados, acabando no solo con los diversos tipos de coral, sino con los pastos marinos y amenazando otras criaturas del fondo como las estrellas y los gusanos de mar. Cualquiera pensaría que son pocas las probabilidades de que un ancla se encontrara con cualquiera de estas criaturas, pero al ver la cantidad exagerada de lanchas que se fondean en algunos lugares de manera casi diaria, es fácil entender la intensidad de sus destrozos en el fondo.

El otro gran destructor de todas las islas es el oleaje, tanto el natural como el producido por la multitud de lanchas que van a las distintas ínsulas y se mueven entre ellas, erosionándolas de manera diaria. Y el deceso de muchos corales de los que protegían las islas de las olas hace que estas les lleguen sin obstáculos, manteniendo un asedio tremendo de día y de noche, todos los días del año. En la sola naturaleza las olas tienen sus horas y temporadas, pero con la proliferación de lanchas las orillas están sometidas a su embate y destrozos de forma permanente.

Cosa similar pasa en la bahía de Cartagena, en donde la prohibición de cero olas (hoy en la famosa boya 50, entre El Pastelillo y los muelles de los submarinos de la Armada) debería ser trasladada a la entrada, entre el Club Naval y la Casa de Huéspedes, para proteger estas orillas del asedio de cientos de lanchas que entran y salen todos los días, creando una tormenta artificial y permanente de olas que hacen estragos contra la costa y contra muchos microorganismos de la playa, que en condiciones naturales solo estarían expuestos a este revolcón pocas veces al año.

El complemento natural indispensable de las boyas que indican que se debe bajar la velocidad debería ser varias nuevas unidades de Guardacostas, las que la Armada necesita desesperadamente para poder controlar de manera oportuna y eficiente toda el área que le corresponde. Si no hay autoridad, siempre habrá un grupo nutrido de personas que desobedecerán las señales, como lo hacen otros en tierra, sin que hacerlo tenga consecuencias. 
De todos modos es un paso muy positivo de la ANT el haber instalado estas boyas y esperamos que todas las que faltan lleguen pronto para completar este sistema de protección costera y del arrecife coralino.

 

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