Editorial


Recoger la basura es deber, no favor

EL UNIVERSAL

05 de junio de 2016 12:00 AM

El Universal reporta hoy la recolección de basuras en Playa Blanca, en la isla de Barú, en conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente (hoy) y el Día Mundial de los Océanos (el miércoles).

El evento fue apoyado por el “Parque Nacional Natural Corales de Profundidad, la Organización Nacional de Salvamento y Seguridad Marítima de los Espacios Acuáticos de Colombia (ONSA), Cardique, Aseo Urbano, Defensa Civil, Policía Nacional, Guardacostas, y Dimar. Algunos nativos y prestadores de servicios turísticos de Playa Blanca se sumaron a la iniciativa”.

Anota el artículo de hoy que este año hubo más basuras (200 bultos) sacada del agua y de la propia playa que al año pasado (156 bultos), y en general le atribuyen esta anomalía a la mayor afluencia de turistas a Playa Blanca desde que se construyó el puente. Alarma que la nota cita a los buzos, quienes aseguran que “faltó mucho más por extraer”, sobre todo latas de cerveza y gaseosa, botellas de licor y botellas plásticas.

También preocupa que en Playa Blanca no haya canecas de basuras en donde depositarla, y esta falencia es una invitación casi directa a que la gente las tire al agua o a la arena, de donde indefectiblemente llega al fondo del mar.

Una de las cosas que sorprende a quienes están pendientes de quién tira qué al agua y a la arena, es que el comportamiento es análogo al de la ciudad, y que aunque los mayores botadores de basuras al medio natural y a las calles son gentes de poca educación, también hay infractores de estrato económico alto, lo que hace esta depredación aún más reprochable. A mayor bienestar y educación, mejor debería ser el comportamiento, el civismo y la cultura ciudadana, pero no siempre ocurre así.

En el caso de Playa Blanca es loable que se use un día especial para sacar la basura entre varias organizaciones como símbolo del cuidado al ambiente, pero es una aberración que haya que esperar un año para hacer un operativo de estos. Los promotores del turismo que ensucia y sus directos beneficiarios del día a día, deberían limpiar el agua y la playa también diariamente, llueva truene o relampaguee.

Esta actividad no debería ser solo anual ni estar cubierta con un halo especial de hacer el bien y de sacar pecho cívico, sino que debería ser un hábito inflexible de visitantes y de explotadores de la naturaleza, precisamente para que sea sostenible y para que todos la disfruten igual de impecable. Y lo mínimo que pueden hacer quienes se lucran del medio natural, reiteramos, es mantenerlo impecable siempre y sin esperar palmaditas en la espalda por ello.

Menos mal que hay organizaciones cívicas que muestran el camino, pero tanto el turismo formal como las organizaciones comunitarias, que tanto reclaman, vociferan y exigen en otros contextos, deberían practicar lo que predican y mantener sus entornos impecables.

 


 

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