Editorial


Restricciones en Playa Blanca

EL UNIVERSAL

01 de septiembre de 2017 12:00 AM

Playa Blanca está de nuevo en las noticias porque el Distrito restringió las horas de visita y prohibió la dormida de turistas allí. Es decir, hizo inviables sus posadas ilegales.

Hasta hace pocas décadas, Playa Blanca era un sitio paradisiaco, con pocos visitantes y una gran vida natural dentro y fuera del mar. Había una construcción rústica del Estado en el extremo sur de la playa, y sus pocos visitantes tenían que llegar en lancha. Durante muchos años iban unas pocas embarcaciones deportivas que hacían escala allí los domingos en la mañana en plan de bañarse en el mar al salir de las islas hacia Cartagena, y muchas también anclaban más tarde en Bocachica a almorzar, donde había alguna infraestructura para atender comensales.

En esta época de poco turismo algunos ciudadanos privados montaron un programa para criar tortugas en cautiverio y liberarlas en Playa Blanca para que, fiel a sus instintos, volvieran allí a desovar, garantizando la supervivencia de la especie, que ya era cazada ferozmente por su concha para hacer artesanías y de manera secundaria por su carne.

En esta época se decía que Barú y sus playas tendrían instalaciones de tipo “Club Méditerranée” (o Club Med), con baja densidad de turismo pero con muy alta capacidad de gasto, concepto ideal para no arrasar la naturaleza de la isla y a la vez obtener buenos ingresos. Barú tenía tres grandes propietarios, incluyendo al propio Gobierno nacional, y entre ellos desarrollarían la isla con tal concepto.

Los Club Med nunca se materializaron, quizá por la burocracia central obstruccionista de la época, igual o peor que la de ahora, y a medida que crecía el turismo nacional hacia Cartagena también comenzó a crecer la presión sobre Playa Blanca con embarcaciones grandes de turismo masivo, y con lanchas fuera de borda cada vez mayores que llevaban pasajeros durante el día. A pesar de aumentar exponencialmente, este turismo aún no era muy dañino.

Décadas después vino el puente, un gran progreso en algunos aspectos, pero ante el desorden y la falta de autoridad abrió las compuertas sin control al turismo multitudinario y con poca capacidad de gasto. El resultado ha sido la destrucción de Playa Blanca en una rapiña por espacio en la playa para construcciones ilegales, y sus ecosistemas ahora son agobiados con aguas servidas y toda clase de desperdicios.

Playa Blanca es un patrimonio de la Nación primero que todo y debe ser protegido como tal, lo que implica recuperar sus características originales para que las futuras generaciones de isleños y demás colombianos la puedan disfrutar, por lo que tiene que hallarse una manera racional de explotarla sin acabar de destruirla.

 


 

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