Editorial


Roberto Burgos Cantor, memoria de Cartagena

Un escritor como Roberto Burgos Cantor (1948-2018), solo se da en cada centuria de historia literaria en una región o el país.

Él aparece cuando García Márquez inicia su camino. Tenía Burgos Cantor solo 17 días de nacido cuando el joven García Márquez escribe su primera nota periodística en El Universal en 1948. Paradoja dolorosa que sean los 70 años de vida de Burgos Cantor, en el esplendor de su obra, en la plenitud de su gloria, que coincidan con su entrada a la eternidad. Mientras el niño da sus primeros pasos, el genio de García Márquez está diseñando en Cartagena, el universo de Macondo, árbol descubierto por Humboldt en Turbaco, en cuyas ramas, en el amanecer del siglo XIX, el escritor creará un pueblo para narrar la saga del Caribe, vivida en Aracataca, con la resonancia de sus ancestros guajiros y sucreños. Años después, sin dejarse paralizar por la grandeza monstruosa de García Márquez, Burgos Cantor inicia en 1965, el camino incesante de su universo narrativo, viendo en Cartagena la otra saga del universo, en el múltiple ramaje de las historias individuales, anónimas y colectivas, y sumergiéndose a su vez en la memoria de más de cuatro siglos de historia regional. Crea su propio mundo en el ramaje de otro árbol, y no es el macondo, es la ceiba, en cuyas ramas escribe la mejor novela sobre la esclavitud cartagenera en La ceiba de la memoria, su libro emblemático de 2007. Así que entre macondos y ceibas se ha escrito lo mejor de nuestra narrativa, para descifrarnos en nuestra cultura. García Márquez abrió y cerró un ciclo de más de cien años iniciado con Jorge Isaacs en 1867, y lo continuó Burgos Cantor más allá de 1967, en el que aparece Cien años de soledad. No fue casual que la primera novela de Burgos, El patio de los vientos perdidos, haya seducido a García Márquez en 1984. Y haya expresado que a él, le hubiera gustado escribir esa otra saga de la vida cartagenera, tejida con la sabiduría de la cultura popular. Burgos Cantor no se distrajo en la perfección de su lenguaje desde que publicó Lo Amador, en 1981, relatos que abrieron el camino para encontrar un lenguaje personal con las voces colectivas de la barriada cartagenera. Ese camino de identidad lo labró día a día, con una pasión de medio siglo. El resultado más allá de la muerte es una obra que vence a la muerte y vive como un patrimonio de Cartagena para el país y el mundo. Una prodigiosa obra de quince libros publicados, siete novelas, seis libros de cuentos, un libro de memorias, un libro de cuentos infantiles y un libro de cuentos que estaba corriendo para publicar en 2019, y una novela que dejó iniciada. Burgos Cantor entra con páginas doradas insoslayables en la historia literaria del país, con un aporte del arte de contar historias en la nación. Su nombre se inscribe en el panteón literario junto a García Márquez, Germán Espinosa, Luis Carlos López, Héctor Rojas Herazo, Manuel Zapata Olivella, Gustavo Ibarra Merlano, entre otros.

El ser sencillo, de palabra dulce y amorosa que acaba de partir, era ya uno de los clásicos de la narrativa colombiana contemporánea y de todos los tiempos. Al que seguiremos leyendo por siempre.

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