Editorial


Ruido, tiro en el pie

“Si se van a seguir haciendo normas para que nadie las respete, incluyendo quienes deberían hacerlas cumplir, el turismo aquí será inviable”.

EL UNIVERSAL

12 de enero de 2019 12:00 AM

Asotelca (Asociación Hotelera Colombiana) le pasó una carta el 9 de enero de este año al alcalde (e), Pedrito Pereira, quejándose por el ruido de un evento de varios días en las playas de Bocagrande, frente al Centro Comercial NAO.

Varios hoteleros del sector nos dijeron que el sonido era altísimo y que sus huéspedes se quejaron todo el tiempo de no poder dormir. El descanso tranquilo por la noche no puede ser una opción, sino una garantía para locales y visitantes, y de ninguna manera es negociable. Un visitante paga por varias cosas en un hotel, pero sobre todo, por la certeza de poder dormir bien. No tiene razón de ser coartarle ese derecho con parlantes cuyo sonido exagerado se mete en las alcobas.

Un caso similar y repetitivo ocurrió en la zona norte, en las playas de La Boquilla, donde un evento que tenía permiso para usar su equipo de sonido de 10 am a 6 pm, respetando el máximo de 75 decibeles, hizo, según los vecinos, como todos los años anteriores, exactamente lo que le dio la gana. Subía el volumen, los vecinos llamaban a la Policía, lo bajaban, y apenas se iba la autoridad, lo volvían a subir. El secretario del Interior, entrevistado en La W, dijo que este era un problema “cultural” de los responsables de los eventos, que había que cambiar.

Después de las 6 pm seguían la rumba en un local interno, con los mismos abusos del sonido contra el vecindario, que se queja de no haber dormido bien por culpa de este evento. Y así pasa allí hace varios años.

El funcionario distrital enfatizó en La W que por ser esta una ciudad turística, “nosotros en las playas debemos hacer eventos” porque “llega mucha gente a rumbear”. También aseguró que las playas “son turísticas, no son residenciales”.

Estamos de acuerdo con el secretario del Interior en todo lo que dice, salvo que los hoteles, casas, y apartamentos privados sí son residenciales, y el ruido de los eventos en las playas debe quedarse allí todo, cosa que tiene que garantizarse pero no está sucediendo.

Es cierto también que quienes manejan eventos ruidosos bajan el volumen cuando llega la Policía y lo suben cuando esta se va, pero no compartimos la idea de que este es un problema cultural, sino uno de falta de autoridad. El Código de Policía faculta a esta institución a decomisar los equipos de sonido de quienes los usen abusivamente y eso debería hacer, con el apoyo de la Alcaldía, y sin tantos miramientos. Si no cumplen las normas a pie juntillas, deberían ser sancionados drásticamente. Por otro lado, la Policía debería asegurarse de que sus unidades no se dejen manosear por los dueños de los eventos. Si se van a seguir haciendo normas para que nadie las respete, incluyendo quienes deberían hacerlas cumplir, el turismo aquí será inviable.

Hacer una gran publicidad privada y pública para la ciudad como un destino de calidad y luego no dejar dormir a los visitantes ni a los habitantes locales equivale a pegarse un tiro en el pie, desacreditando el destino, además de irrespetar el derecho de todos a descansar.

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