Editorial


Santos, las Farc y la CIA

Las Farc acusaron a los Estados Unidos de dirigir la guerra en Colombia contra ellas al conocerse la publicación del Washington Post relatando la ayuda de la CIA en los grandes golpes que les ha dado el Gobierno.

El 21 de diciembre pasado el Post decía: “Las cincuentenarias Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), antes consideradas la insurgencia mejor financiada del mundo, está en su tamaño más pequeño y vulnerable en décadas, debido en parte a un programa de acción encubierta de la CIA que ha ayudado a las fuerzas colombianas a matar al menos a dos docenas de líderes rebeldes, según entrevistas con más de 30 exoficiales y oficiales activos colombianos y de los Estados Unidos”. Este programa fue autorizado por el entonces presidente Bush y continua en el gobierno de Obama.

Esta acción encubierta, dice el Post, se financia a través de un “presupuesto negro” de varios billones de dólares para varios países y no hace parte de la ayuda pública de 9 billones de dólares del Plan Colombia, iniciado en 2000.

Y lo más importante, en cuanto a la sensibilidad de las Farc y las conversaciones de paz, es que “la mayoría de los entrevistados hablaron con condición de anonimato porque el programa es clasificado y continuo”.

La continuidad de la ayuda norteamericana, sobre todo en espionaje electrónico en tiempo real, y en bombas inteligentes, hizo que las Farc dudaran públicamente del proceso de paz en La Habana y de la sinceridad del presidente Santos.

Su duda es muy cínica y también ingenua, si es que se les pudiera creer a las Farc estar sorprendidas con la ayuda estadounidense al gobierno colombiano.

Las Farc no tienen nada que reclamar, ya que desde sus inicios recibieron ayuda de países comunistas, primero de Rusia y ahora de algunos vecinos de América Latina y quizá de otros de Oriente Medio, además de organizaciones terroristas como ETA. 

También fueron advertidas por Santos de que se dialogaría sin dejar las acciones militares, y si las Farc aceptaron fue porque era su mejor alternativa.

Santos hace bien en no aflojar la presión militar hasta firmar un acuerdo creíble y con la certeza de que no habrá un resurgir militar de las Farc. Mientras tanto, el Gobierno las sigue atacando militarmente con toda la intensidad posible.

Las Farc tampoco pueden quejarse de esto, ya que a pesar de decretar una tregua unilateral sus efectivos han seguido con acciones terroristas, indicando que los líderes insurgentes en La Habana tienen poca autoridad, o son unos cínicos, aunque es probable que ambas cosas sean ciertas.

Si de algo deberían servir las revelaciones del Post es para convencer a las Farc de que el camino militar no las llevará al poder, y menos ahora cuando la tecnología usada en su contra es tan efectiva.

Queda claro que los interlocutores de las Farc en La Habana no mandan en toda la organización, por lo que los resultados de cualquier acuerdo con ellos, aunque convenientes, serán limitados.

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