Editorial


Santos y el campo colombiano

EDITORIAL

13 de junio de 2015 12:00 AM

La Casa de Nariño emitió ayer un comunicado desde Milán, Italia, con motivo de la VII Conferencia Italia-América Latina y el Caribe, que decía en uno de sus apartes: “El Presidente de la República, Juan Manuel Santos, afirmó este viernes que ante un mundo que está necesitado de alimentos, Colombia está dispuesta a volcarse al campo para incrementar los proyectos agrícolas y agroindustriales”.

Santos citó a la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) como fuente de que “Colombia es uno de los siete países con mayor potencial para expandir sus fronteras agrícolas” y añadió que el país prepara sus vías para sacar la comida exportable a los puertos colombianos y remarcó el interés de China en comprar alimentos en América del Sur, demostrado por las visitas recientes de dignatarios chinos a la región, más específicamente en Brasil, Chile, Perú y Colombia.

La vocación agrícola de Colombia es innegable, o al menos, la calidad y extensión de su tierra para dedicar a la agricultura y la ganadería en un mundo que necesita comida.

Sin embargo, la declaración de Santos parece ir en contravía de la propia política del Gobierno en la realidad, ya que los productores nacionales de leche, por ejemplo, no pueden levantar cabeza. Mejoraron sus hatos, mejoraron las técnicas de toda índole y ahora que producen más leche por cabeza vacuna y por hectárea, su producto no vale nada.

Sería irreal pensar que la ganadería colombiana pueda vivir en una burbuja proteccionista en un mundo globalizado, pero eso no debería querer decir que el Estado colombiano se despreocupe de la suerte del sector, acorralado y a veces arruinado por la importación de leche en polvo, con el absurdo de que mientras eso sucede al grueso de la población colombiana, especialmente a los niños, no les llega la leche que necesitan para crecer y para nutrir sus neuronas desde pequeños, cuando más la necesitan.

El país necesita que progresen sus pequeños agricultores, para quienes se debe garantizar tierra de la mejor en todo el país, y paralelamente, debe existir la gran empresa agropecuaria, esa que salió despavorida de Colombia por la inseguridad jurídica en la propiedad de la tierra, triunfando no un criterio técnico, sino un criterio ideológico y dogmático mandado a recoger, pero efectivo para bloquear muchas iniciativas de la empresa privada, en parte por la indecisión del Gobierno.

En Colombia hay un consenso de que la ganadería le debe devolver a la agricultura las mejores tierras, estrategia sensata promovida desde el propio Fedegan para usar más racionalmente el suelo, lo que exige producir más leche y más carne en mucho menos área, y no en la mejor tierra.

Esto obliga al ganadero a grandes esfuerzos, todos realizables siempre y cuando el Gobierno no lo abandone a su suerte y le trace políticas claras y firmes al agro y haga las vías rurales que necesita el país, incluidas las transversales, y no deje que se deteriore más la seguridad en el campo. Una cosa son los discursos en el exterior y otra la realidad del país.

 

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