Cartagena es una ciudad náutica desde su nacimiento y nada le sería más natural que las marinas. La avenida de El Arsenal fue siempre un sitio de construcción y reparación de embarcaciones, y estas están ligadas a la fibra misma de la ciudad, a pesar de lo cual los proyectos de construirlas tienen a más de uno con los pelos erizados. La oposición de la comunidad es enconada en la mayoría de los lugares.
Si alguna actividad es capaz de producir empleos formales son las marinas, y es normal que una embarcación tenga al menos un empleado fijo y si es de cierto tamaño y diseño, tendrá dos, un piloto y un marinero “todero” que amarrará cabos, aseará la embarcación, servirá refrescos y hará muchas labores adicionales.
Una marina emplea servicios de mecánica regulares, además de los de emergencia. Las lanchas usan cabos, defensas, detergentes, combustibles, lubricantes, tornillería inoxidable, productos para limpiar y brillar la fibra de vidrio, entre muchos otros, para lo cual se necesitan almacenes especializados que también generan empleo formal (y pagan impuestos) y por supuesto, estaciones de combustible sobre el agua.
Las marinas son deseables para Cartagena bajo casi todo punto de vista, pero su operación detallada es poco conocida por la mayoría de las personas y se emiten opiniones a la ligera.
Es absurdo pensar que se pueden poner marinas en Tierrabomba porque no tendrían acceso terrestre y se necesitarán entonces marinas en Cartagena para tener las lanchas suficientes para llevar a los usuarios hacia las marinas insulares, con lo que se derrotaría el propósito original de ponerlas allá. Las marinas no deben estar muy lejos de los aeropuertos ni refundidas.
Dicho todo lo anterior, tampoco se deberían construir donde van a empeorar la calidad de vida de las comunidades con los trancones que armarían, especialmente por la falta de vías, el exceso de autos por los grandes edificios, y por la falta absoluta de autoridad para reprimir los parqueos abusivos en calles y avenidas, como en la Miramar u otros barrios densamente poblados. La autoridad ha sido desbordada por una ciudadanía irrespetuosa de las normas y por su falta de capacidad operativa.
Por otra parte, la solicitud de 27 concesiones, o las que haya, suena en buena parte a especulación para asegurar el control de ciertas áreas para el futuro. El mercado de Cartagena seguramente se vería en aprietos para llenar en el corto plazo cuatro o cinco marinas nuevas como las que tenemos, aunque faltan amarres para recibir yates extranjeros grandes.
Una marina debería tener espacio para nuevas vías a su alrededor y la planificación adecuada para ser un éxito, y no otro motivo de tensión urbana, de mala movilidad y de una calidad de vida degradada. Sí las necesitamos, pero sin improvisaciones.
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