Editorial


Solidaridad y normas

Si hemos de apelar a los parámetros no escritos del sentido común, tendríamos claro que ser solidarios con los hermanos venezolanos que han llegado a esta ciudad no admite ningún tipo de discusión.

Mucho más si recordamos que durante muchos años el país petrolero también fue ampliamente generoso con los colombianos, quienes decidieron radicarse allá en busca de mejores oportunidades laborales, y muchos las consiguieron.

Si hemos de creer también que en el mundo todo es pendular, nos quedaría entonces entender que ahora las situaciones se invirtieron y que llegó el momento de ser recíprocos con los venezolanos caídos en desgracia.

Cada vez son más las personas en la calle que viven de la caridad de los cartageneros, por lo que ser indolentes no es una alternativa.

Todo eso, sin que perdamos de vista que una cosa es la solidaridad y otra muy distinta es el ignorar las reglas del buen comportamiento, sobre todo cuando se pone en riesgo el patrimonio y la comodidad de todo un conglomerado social, tal como sucedió la semana pasada cuando un periodista intentó hacer respetar el vehículo de Transcaribe donde se transportaba.

Unos venezolanos se subieron a cantar en los pasillos del bus, cosa prohibida por la empresa, para luego recoger algunas monedas entre los pasajeros, a lo que el comunicador intentó hacerles ver que esas actividades no se podían realizar en un vehículo de esa naturaleza.

Pero, para sorpresa del periodista, los demás pasajeros, en vez de respaldarlo, lo confrontaron, tratándolo (palabras más, palabras menos) de insolidario con la situación socioeconómica de los venezolanos, argumento  que carece de fundamento, dado que también es cierto que muchos colombianos fueron sancionados en Venezuela cuando, de una u otra forma, intentaron quebrantar las leyes de ese país.

Estamos seguros que cuando esos casos se presentaban, tanto las autoridades como los ciudadanos venezolanos solo procuraban hacer respetar sus normas y en ningún momento pecaban de ser insolidarios con los colombianos.

Reiteramos que todos los colombianos debemos estar prestos a solidarizarnos con las personas que han venido desde Venezuela buscando refugio en nuestras ciudades, pero no revolvamos una cosa con otra: en nombre de la compasión no se pueden pasar por alto los preceptos sociales, que lo único que buscan es que todos (nacionales y extranjeros) gocemos del orden público y del respeto colectivo.

Esto último debe hacerse válido tanto para los buses de Transcaribe como para las  busetas y sitios de disfrute público, donde igualmente se dan algunas violaciones del derecho general, con la excusa de que los infractores solo  buscan superar sus necesidades.

Ojalá nunca suceda, pero si seguimos defendiendo ese concepto errado de la solidaridad, con el tiempo tendremos que aceptar que alguien asalte y mate solo porque necesitaba dinero para alimentar a su familia.

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