Editorial


Taxis acuáticos intermunicipales

A mediados de 2006, la Corporación Turismo Cartagena de Indias formalizó el transporte marino desde el Muelle de los Pegasos, con el propósito, entre muchos, de organizar el tráfico tradicional de los taxis acuáticos entre los pueblos de la Bahía y el muelle, que usan a diario muchas personas, tanto de la ciudad como de los corregimientos.
Los usuarios frecuentes recibieron con beneplácito la noticia, porque representaba mayor seguridad, al controlarse el paradigma de irresponsabilidad que tenía el servicio, casi tan caótico y peligroso como el servicio de mototaxis terrestres, con lanchas precarias que se varaban a cada rato, pues sus motores andaban por milagro.
Siete años después de la decisión de formalizar este transporte acuático que no es de turismo, y gracias en parte a la labor de control de la Capitanía de Puerto, logró ponerse en cintura a los lancheros informales, cuya irresponsabilidad produjo muchos naufragios y algunas vidas perdidas.
Pero aún quedan rezagos de esa vieja irresponsabilidad en la personas de curtidos lancheros que poseen un permiso para navegar en la bahía, pero no otro que les autorice a llevar pasajeros, y sin embargo lo hacen desde muelles de mentiras en cualquier orilla, replicando el nefasto ejemplo de los camperos colectivos que funcionan en Torices, Daniel Lemaitre y Canapote.
Como en los tiempos previos a la reglamentación y control estrictos de la navegación en la bahía, se presentan todavía, aunque debe reconocerse que son la excepción, situaciones riesgosas en que una lancha sale de cualquiera de los pueblos de la bahía hacia Cartagena cuando aún no ha amanecido, con personas que deben llegar muy temprano a sus empleos hacinados y con un sobrepeso que en las aguas protegidas desde donde zarpan ya es evidente, pero que en pleno recorrido hace que la borda esté muy baja, especialmente por la popa, permitiendo que se meta agua para dar lugar a una emergencia de potenciales graves consecuencias, pues las que tienen salvavidas no siempre los tienen en número suficiente por el sobrecupo.
Cuando se reglamentó este transporte propusimos que las embarcaciones que prestaran el servicio de pasajeros fueran pintadas de amarillo, para hacer más fácil controlarlas por parte de los Guardacostas, que podrían impedir mejor que aquellas de cascos muy planos y borda baja salieran de la bahía con pasajeros.
De imponerse esto, los taxis acuáticos piratas serían detectados y controlados de inmediato, antes de que causen desastres.
El transporte de pasajeros por la bahía puede ser un negocio rentable incluso para quienes no se dedican a llevar turistas, pero si se presta con orden y seguridad, pues así los lancheros tendrán seguramente más pasajeros que los que ahora usan estas lanchas para llegar desde los corregimientos a Cartagena y viceversa a cumplir con su jornada laboral.
Muchos habitantes de la ciudad gustosamente abordarían lanchas sólo para dar un paseo por la bahía o para otros trayectos utilitarios entre distintos puntos de la ciudad si se sintieran más seguros en ellas. 
Conviene establecer ese nuevo control.

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