Los trancones de Cartagena son cada vez más frecuentes y los caracteriza la indisciplina, la desconsideración similar de conductores de los estratos 1 a 6, de vehículos públicos y particulares, y de los campeones de la bellaquería vial, las busetas, mototaxis y taxis, cuyos conductores se sienten propietarios alevosos de las vías de la ciudad y practicantes supremos, pero no únicos, del paradigma de “marica el último”, al final un bumerán contra la calidad de vida, incluyendo la de ellos mismos, pero no parecen saberlo aún.
Se adivina que durante la desesperación de los trancones hay algún contagio de los campeones del abuso hacia los conductores que normalmente se portan bien, y que en estas ocasiones parecen emular un poco a aquellos, empeorando también el enredo vehicular.
El trancón de Crespo, que repercute en la vía al norte, y por lo mismo en ir al aeropuerto y a Barranquilla, no debería ocurrir nunca más porque es la repetición de muchos iguales. Permitir que se repitan no es sino una señal de indolencia de las autoridades, además de los factores de alienación antes mencionados de la mayoría de los conductores de la ciudad.
El de ayer se empeoró porque la etapa en que están las obras del túnel de Crespo impiden por el momento usar ese terreno para enrutar el tráfico que viene a la ciudad desde el norte, a través de una calle paralela a la 70, como se ha hecho antes con buenos resultados.
Ayer se necesitaba un agente del DATT o de la Policía en la desembocadura de cada calle de Crespo hacia la 70 para impedir que los distintos conductores atravesaran sus vehículos en esta arteria al girar hacia el lado que más les conviniera sin importar que empeoraban el trancón. Con esta medida sencilla el tráfico de la 70 hubiera fluido bien y se hubieran hecho turnos para dejar salir los carros de quienes intentaban eludir el trancón a través de las diversas calles y bocacalles de Crespo, frente, detrás y a través del aeropuerto.
Cuando se lo sugerimos a un funcionario, nos contó que sí, que lo sabían, pero que el Presidente de Colombia estaba en Cartagena y la mayoría de los agentes verdes y azules los destinan a las necesidades de su caravana y de los eventos a donde asiste.
A la ciudad le encanta que los presidentes del país vengan a Cartagena, que inviten dignatarios y que fomenten eventos locales, pero creemos que quienes les manejan estos asuntos deberían saber que los cartageneros merecen más consideración y que la Presidencia debe aumentar el pie de fuerza de la Policía local para causarle menos traumatismos a los ciudadanos comunes y corrientes y a los turistas.
Por otro lado, es inaudito que la Alcaldía siga prestando la avenida Santander para cualquier evento deportivo o cívico, a sabiendas de que no hay suficientes vías alternas ni la organización para usar con eficiencia las pocas que hay.
Hasta que no se haga la avenida del Bicentenario, desde El Laguito hasta La Boquilla, no debería haber nada distinto que tráfico vehicular en la Santander, una arteria crucial para todos los habitantes y visitantes de Cartagena.
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