Editorial


Transcaribe y peatones

EL UNIVERSAL

13 de octubre de 2018 12:00 AM

Son frecuentes los accidentes en el carril exclusivo de Transcaribe, pero quien recorra la avenida Pedro de Heredia se sorprenderá con la cantidad de peatones y ciclistas infractores que se cruzan la vía por cualquier parte, o que caminan por dicho carril.

Cualquiera supondría que después de tanto tiempo funcionando, los cartageneros ya habríamos aprendido a comportarnos en el nuevo mundo que supone Transcaribe, tanto para la gente de a pie como para sus usuarios. Es decir, este Sistema Integrado de Transporte Masivo (SITM) representa la llegada al Siglo XXI, lo que implica una nueva actitud.

En torno a este sistema no puede seguir primando un comportamiento del viejo villorrio, en el que las vías se cruzaban por cualquier parte porque no había tráfico para impedirlo ni reglas para cumplir. Cualquiera supondría que el mal comportamiento de los peatones se debe a las costumbres de los barrios de menores estratos de Cartagena, donde no se cumple casi ninguna regla de tránsito: en el sector Rafael Núñez de Olaya Herrera, por ejemplo, hemos visto hasta las motos de la Policía andar en contravía en una arteria de un solo sentido que desemboca en la Pedro Romero.

Por otra parte, una mirada a la apariencia de muchos de los peatones infractores en el carril exclusivo dista mucho de cualquier estereotipo de las personas de bajos ingresos, ya que muchos van vestidos con prendas que implican un poder adquisitivo respetable. En pocas palabras, los infractores del carril exclusivo de Transcaribe son multiestrato y a simple vista parecería que los de estratos socioeconómicos comparativamente más altos son los infractores más frecuentes. Este por supuesto no pretende ser un dato con rigor técnico, sino una percepción luego de recorrer la vía un día cualquiera.

Transcaribe les ha impuesto a los usuarios y transeúntes cartageneros un nuevo paradigma difícil de aceptar para la idiosincracia local: hay que cruzar la vía por los sitios demarcados para hacerlo, y no por cualquier parte, y esto implica caminar más. A cambio, aumenta la seguridad personal y también la de los usuarios de los buses, cuyas vidas arriesga temerariamente cada peatón irregular en el carril exclusivo al obligar a los conductores a hacer maniobras peligrosas para esquivarlos, solo porque no les dio la gana de caminar hasta el cruce demarcado.

Esta idiosincracia infractora es evidente en el TPC, los buses y busetas tradicionales, que no respetan paraderos y dejan y recogen usuarios en cualquier parte y lado de la vía.

¿Cómo cambiar este paradigma? La primera respuesta es la educación, pero también debería haber más supervisión y multas para los peatones, empresa casi imposible porque solo hay 163 agentes de Tránsito en Cartagena, unos 50 por turno para toda el área urbana, y se necesitan al menos 400 en total, según el director del Datt.

Mientras tanto, seguirá habiendo mala movilidad, además de muertos y heridos que pudieron evitarse.

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