Cartagena ya se prepara para un pico turístico muy importante entre el 20 de junio y el 20 de agosto, cuando según la Corporación Turismo Cartagena llegarán a la ciudad unos 300 mil visitantes colombianos y del exterior.
La presidenta de la entidad, Zully Salazar, exhortó a los visitantes a tener prudencia, especialmente al meterse en el mar, y también al embarcarse en las lanchas de turismo hacia las islas del Rosario o Playa Blanca y en su comunicado hay un decálogo de las cosas que se deben hacer y no hacer.
Respetar los horarios de las playas, estar pendientes de los niños, no dejarlos meterse al mar solos, no bañarse en el mar si hay olas fuertes, no meterse al mar borracho, ni tampoco bajo el efecto de medicinas que hagan que el bañista baje la guardia, no nadar al lado de los espolones, hacer deportes náuticos en las zonas demarcadas y con los equipos de seguridad indicados, no meterse al mar si llueve para evitar rayos, entre otras cosas, y no embarcarse en lanchas de uso público fuera de los muelles de la Bodeguita.
Ya la ciudad y sus autoridades tienen la suficiente experiencia como para saber que deben vigilar los espolones, especialmente los viejos y porosos, en los que el mar ya tiene hechas cuevas y cavidades a través de las cuales fluye la corriente, facilitando que cualquier bañista desprevenido, aun un buen nadador, quede apresado contra las piedras del espolón, en donde se ahogará fácilmente.
La corriente que predomina en la orilla es de norte a sur, pero también puede variar, aunque la mayor vigilancia debe estar entonces en el costado norte de los espolones, en donde es más probable que quede atrapado un bañista desprevenido.
Otra fuente común de peligro es el transporte informal de turistas en lanchas piratas mal equipadas y peor tripuladas, que jamás pasarían el examen de la Capitanía para zarpar del muelle oficial, pero que aparecen de la nada con tarifas atractivas en algunas playas en donde atrapan incautos, especialmente las de Castillogrande, cuyas aguas mansas les permiten acercarse a la orilla a recoger a sus víctimas, previamente palabreadas por algún cómplice que arma el grupo y llama a la embarcación para indicarle el sitio de embarque, que raras veces será detectado por las autoridades.
Los inconvenientes con estas embarcaciones son múltiples, pero los dos más comunes son su inseguridad por tener la borda muy baja, un solo motor, o ambas cosas, además de no tener salvavidas; y la falta de seriedad para cumplir con el tour que ofrecieron y la calidad de la comida ofrecida.
Una vez embarcados, los pasajeros ya son “propiedad” de los lancheros y están indefensos ante ellos, además de ignorantes de los asuntos de mar. Lamentablemente y a pesar de las advertencias, siempre habrá clientes insensatos dispuestos a embarcarse en estos ataúdes flotantes.
Menos mal que las autoridades de la ciudad saben lo que enfrentan, incluida la proliferación de bares ilegales y ruidosos que deberían ser cerrados sin vacilar. Confiamos en que las autoridades estarán a la altura de esta nueva temporada.
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