Editorial


Un naufragio con final feliz

EDITORIAL

21 de enero de 2015 12:00 AM

La seguridad náutica en Colombia ha mejorado en muchos aspectos, principalmente en la capacidad de la Armada para custodiar las aguas territoriales colombianas y de responder con eficiencia a las emergencias de los navegantes. Casi a diario nuestras fuerzas rescatan a personas en dificultades en altamar o cerca de la orilla.

Por su parte la DIMAR, a través de la Capitanía de Puerto, lleva un control de las embarcaciones deportivas y turísticas del país, a veces hasta el punto de parecer demasiado engorroso y más exigente de lo necesario y con más tramitomanía de la que es soportable.

Y a pesar de lo anterior, la navegación informal hace estragos de al menos tres maneras. En primer lugar, es muy insegura para quienes la contratan, como han demostrado repetidamente los hechos; en segundo lugar, porque es una competencia desleal para los navegantes costeros, comerciales y turísticos, que sí cumplen con todas las normas, por engorrosas y ridículas que parezcan a veces; y en tercer lugar, porque le da a la ciudad una mala imagen entre sus visitantes potenciales.

El peligro latente de esta navegación informal casi tiene un desenlace trágico el 9 de enero pasado cuando una familia de 10 turistas del interior del país contrataron en las playas de El Laguito una lancha de dos motores para ir y venir a las islas del Rosario por 450 mil pesos.

La embarcación resultó ser una monomotor con un capitán de 20 años de edad y un único tripulante de 16 años de edad, que naufragó 40 minutos después de zarpar al tratar de devolverse porque había demasiada mareta para tan poca lancha. Sus pasajeros pasaron toda la noche y parte del día siguiente en el mar, salvándolos la vanidad de una de las pasajeras, con cuyo espejo, aún en su bolsillo, le hicieron señas a un carguero que pasaba cerca y que le informó su posición a la Armada, que de inmediato despachó lanchas y un helicóptero, rescatando a todos ese 10 de enero después de 25 horas en el mar, incluyendo un niño turista y el joven tripulante, que fueron arrastrados por la corriente hacia Playa Blanca. Afortunadamente la lancha tenía chalecos salvavidas suficientes.

Este caso es típico de lo que ocurre en la ciudad en el sentido de que la informalidad se campea sin control en ciertos sitios  y en manos de ciertas personas, en este caso en lanchas dizque aptas para el turismo, mientras que a otras lanchas y a otros navegantes que sí cumplen con las normas les exigen hasta lo innecesario para hacerse a la mar.

Como en el caso de la “terminal de transporte” informal bajo el puente de El Rodeo, sobre la troncal de Occidente, donde hay comida, mototaxis, taxis y busetas obrando de manera ilegal, y como en muchos otros casos, la autoridad no hace nada efectivo ni drástico para meter en cintura a los infractores y cuidar la vida de la gente. 

En este caso reciente  coincidieron la suerte de los náufragos de que la lancha tuviera flotadores y la efectividad de la Armada para que no hubiera ahogados, pero a menos que la autoridad actúe con severidad, estos casos se repetirán, con el riesgo de que no siempre tengan el mismo desenlace feliz.

La embarcación resultó ser una monomotor con un capitán de 20 años de edad y un único tripulante de 16 años de edad, que naufragó 40 minutos después de zarpar... 

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