Editorial


Un nuevo liderazgo

A pesar del desarrollo que ha experimentado Barranquilla en los últimos 8 años, de la consolidación de Cartagena como potencia turística y el auge de Santa Marta y Valledupar, la Costa Caribe en general no ha logrado marchar al mismo ritmo de otras regiones del país, como Antioquia y el Valle, en parte porque sigue siendo sorda a las ondas de cambio que se han dado en Colombia y el mundo, y en parte porque ha primado el centralismo y no hay suficiente liderazgo para contrarrestarlo.

Un ejemplo contundente, del que hay algunas excepciones que no tuvieron continuidad en Cartagena o que apenas empiezan en Barranquilla, es la falta de escogencia en las urnas de congresistas que sean adalides de la prosperidad regional, que estén verdaderamente interesados en el desarrollo del Caribe y no en su beneficio personal.

Aunque en Colombia, la política en general sigue estando basada en la influencia de barones electorales clientelistas, ciudades como Medellín y en algún momento Bogotá y Cali, han logrado que los ciudadanos hagan uso del voto de opinión por encima de las habituales maquinarias políticas para elegir a candidatos independientes y capaces.

Pero la región Caribe y sus ciudades, con pocas excepciones, repetimos, se ha eternizado un conjunto de costumbres nefastas para que los malos dirigentes se perpetúen como representantes nuestros en la trascendental tarea de legislar.

Para ello, se acude a las habituales triquiñuelas como la compra de votos, el trasteo de los electores a sitios distintos a sus áreas de residencia para poder controlar su decisión en las urnas, y todas las demás maniobras de la corrupción electoral.

Es posible que sea una afirmación obvia y es seguro que se ha dicho tanta veces, pero en el Caribe y especialmente en Cartagena, es inaplazable la necesidad de crear un liderazgo nuevo, no contaminado con las artimañas usuales de la politiquería, que responda a los retos inmensos de nuestra región en los próximos años, y que materialice ese liderazgo en candidaturas a Senado y Cámara de corte cívico, independientes, para las próximas elecciones.

Incluso, debe pensarse que hay personas capaces y pulcras en los partidos tradicionales -a quienes no se les debe estigmatizar, si se piensa en algún nuevo movimiento, o si se trata de renovarlo por dentro de una de aquellas organizaciones partidistas-, sobre todo en vista de los cambios en las reglas políticas de los últimos años.

Ya se lanzaron candidaturas y se están estructurando otras, por lo que la dirigencia seria local y regional debe trabajar para que los clientelistas y politiqueros no la desplacen y se apropien de los escenarios donde se toman las decisiones.

No se trata de ponerse a buscar líderes providenciales y caudillistas, sino de congregar anhelos para impulsar a quien mejor defienda esas aspiraciones legítimas, íntegras y honestas.

Lo cierto es que tenemos gente capaz, pero hay que sacarla de la indiferencia en que desembocó el escepticismo.

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