Editorial


Una cortina de humo

EDITORIAL

31 de agosto de 2015 12:00 AM

 

No debe tampoco caer Colombia en el chantaje de aceptarlo todo del país vecino para no maltratar el proceso de paz, del que Venezuela es acompañante.”
Como dijo el presidente Juan Manuel Santos, la crisis en la frontera con Venezuela va para largo. Y va para largo porque el carácter dictatorial y caudillista del mandatario de ese país, Nicolás Maduro, lo hace capaz de cometer este y otros abusos peores y porque su estrategia es, entre el temor de que su partido pierda las elecciones parlamentarias que se avecinan, suspenderlas con cualquier pretexto, y como ya dijimos aquí hace poco, el más a mano de los cuales es inventarse un enemigo externo y decir que está presto a actuar para sacarlo a la fuerza del poder. Cualquier respuesta apresurada a imprudente por parte de Colombia al desafuero cometido por Maduro contra nuestros compatriotas residentes allá puede ser la excusa que está esperando para suspender las elecciones.
Eso no significa que nuestro país debe hacerse el desentendido con la situación que enfrentan los colombianos en la frontera, propiciada, entre otras cosas, por la corrupción que carcome a una parte de la Guardia Nacional del país vecino, que cohonesta, cuando no encabeza directamente, el contrabando de gasolina y otros productos de primera necesidad entre los dos países. Es un problema que lleva muchos años de estar vigente y que no puede resolverse de la noche a la mañana. Lo cierto en que las agresiones y atropellos por los que optó el presidente Maduro desconocen las raíces del asunto, que no tienen que ver con complots o conspiraciones en su contra, sino con circunstancias que tienen orígenes económicos y sociales, y las actuaciones de Maduro contra los colombianos transgreden las normas del Derecho Internacional Humanitario, y lo hacen merecer un proceso en la Corte Penal Internacional.
No hay duda que las actitudes de Maduro, como la de bailar “La pollera colorá” en una manifestación pública, tienen la finalidad de provocar y suscitar la respuesta que le sirva para justificar la suspensión de todas las garantías y derechos constitucionales, además de los que ya se encuentran restringidos. Es una típica cortina de humo, en la que la comunidad internacional no debe caer para dejar de exigir libertad de expresión y otras que han sido suspendidas en nombre de la “revolución”.
No debe tampoco caer Colombia en el chantaje de aceptarlo todo del país vecino para no maltratar el proceso de paz, del que Venezuela es acompañante, no mediador. De convenir a todos los caprichos venezolanos por temor a que deje de acompañarnos en las conversaciones de La Habana, el propio gobierno colombiano estaría dándole al proceso un golpe mortal del que difícilmente podrá recuperarse.
Por ahora hay que resolver la situación humanitaria de los deportados y desplazados en la frontera. Que sientan el apoyo y la ayuda de toda Colombia y denunciemos el atropello ante todos los foros internacionales para demandar la solidaridad del mundo entero.
Lo peor que podríamos hacer es ahondar la polarización en Colombia por cuenta de unos hechos que deberían servir para unificarnos.

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