Editorial


Venezolanos en Colombia

Ha sido noticia desde hace varios días la llegada de venezolanos, especialmente mujeres gestantes, a valerse del sistema de salud colombiano, y muy particularmente, del de Cartagena de Indias.

La manera de ingresar al país es usualmente ilegal, a través de alguna de las múltiples trochas fronterizas, y luego se mueven por tierra hacia esta ciudad, y seguramente otras.

Conviene recordar que durante décadas Venezuela fue la salvación para miles de colombianos sin trabajo en este país, y usaban muy probablemente las mismas trochas para entrar ilegalmente a Venezuela que ahora usan los venezolanos para hacerlo a Colombia.

Había pocas familias trabajadoras colombianas que no tuvieran algún pariente cercano en Venezuela de cuyas mesadas se auxiliaban en Colombia. Los oficios más comunes desempeñados por los colombianos en Venezuela eran el de empleada doméstica y el de empleado en una finca. En la Costa Caribe, incluyendo muy especialmente en los barrios populares de Cartagena, debe haber cientos de casas, sino son miles, construidas con los salarios ganados en Venezuela.

En esa época la moneda venezolana valía mucho más que la colombiana y un Bolívar era una pequeña fortuna en pesos.
La mano de obra colombiana, especialmente para labores domésticas y rurales, era muy apetecida en Venezuela por la eficiencia y diligencia de nuestra gente. Era común el runrún de que los empleadores venezolanos no encontraban allá trabajadores tan buenos como los colombianos, y también había leyendas urbanas en Colombia acerca de la vida en aquel país y de su opulencia, de la calidad de las carreteras, de lo baratos que eran los carros y la gasolina, y por supuesto, había un nutrido tráfico de vehículos ilegales de Venezuela para Colombia.

Es oportuno recordar que si bien la vida de los trabajadores colombianos en Venezuela no era idílica ni puede ser glorificada de ninguna manera, ya que no siempre recibían buen trato allá, no es menos cierto que ese país se volvió importantísimo para suplir las necesidades de los colombianos que eran imposibles de satisfacer en su propia patria, y por lo mismo deberíamos sentir una deuda de gratitud con los habitantes de ese país. Sus antiguos gobiernos toleraban la llegada ilegal pero fructífera de colombianos a laborar allá, aunque el gobierno de hoy haya maltratado mucho a nuestros connacionales.

Ahora que Venezuela está destruida hasta para su propia gente, el gobierno de Colombia y sus ciudadanos deben esforzarse por ayudar a sus vecinos que cruzan la frontera buscando trabajo y servicios de salud. Cómo estarán de mal los de allá, que los de aquí parecen excelentes por comparación.

Es el momento de corresponderle al pueblo venezolano la ayuda que le dio a los colombianos durante varias décadas y no debemos escatimar esfuerzos para colaborarles

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