Las reuniones internacionales acerca del cambio climático previas a la que acaba de culminar en París (Le Bourget) siempre fueron retóricas, mientras la destrucción del planeta sigue creciendo por la acción difícil de controlar del hombre. Los países están todos de acuerdo en frenar el cambio climático, pero sobre todo, quieren que lo hagan los demás y no ellos mismos. Esta hipocresía ha impedido pasar del bla, bla, bla de burócratas acartonados, a la acción efectiva.
Cartagena, como el resto del mundo sufre este deterioro grave de muchas maneras invisibles en tierra mar y aire, pero también de una muy palpable que afecta la vida diaria de la gente y amenaza el patrimonio público y privado: las mareas metidas en las calles de muchos barrios del litoral, cada día más frecuentes, más extendidas y más profundas.
Sin embargo, los acuerdos de París han sido calificados de “históricos” por la mayoría de los analistas porque el sábado pasado más de 190 adoptaron el primer acuerdo pidiéndole a todos los países de unirse a la lucha contra el calentamiento global y más de 180 ya anunciaron metas para el primer ciclo, comenzando en 2020.
El meollo del acuerdo es tratar de asegurarse de que el calentamiento global se mantenga muy por debajo de los 2 grados Celsius y procurar esforzarse para limitar el incremento de la temperatura a 1,5 grados Celsius. Para 2050 las emisiones de efecto invernadero causadas por el hombre deberían estar tan reducidas que las puedan absorber los bosques y los océanos.
Desde que se habla de reducir las emisiones de efecto invernadero hay un conflicto entre los países pobres y los ricos. Los primeros argumentan que los segundos deben pagar toda la cuenta porque se desarrollaron a costillas del ambiente y de los países pobres, lo que les quita autoridad moral para sermonearlos, y está implícita la idea de que los países pobres tienen derecho a contaminar hasta alcanzar una mejor calidad de vida a través del desarrollo industrial por el que ya pasaron los países ricos. Lo grave es que hay gigantes como China e India que aún están subdesarrollados y su impacto es y seguirá siendo enorme, aunque esta dicotomía parece haberse resuelto o mejorado mucho en esta cumbre, ya que se acordó que los países ricos rebajarán sus emisiones en términos absolutos y los pobres harán lo mejor que puedan.
Dijeron en París que es esencial desarrollar todas las formas posibles de tecnologías limpias para producir energía, tal como la solar, eólica e hidráulica, y anotaríamos nosotros que la hidráulica también debería montarse en todas las poblaciones que tengan río o quebradas vecinas para aprovechar sus corrientes con ruedas Pelton u otros mecanismos.
Hay islas que ya desaparecen bajo el mar, como las Marshall, y se acordó en la cumbre que aunque las naciones ricas ayudarían a sus habitantes, no pagarían compensaciones por ser los causantes principales del calentamiento global.
Ojalá que esta vez pasemos del palabrerío.
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