Editorial


¿Ya para qué?

Es inaudito que obras que se hacen desde hace meses y a veces años no se paren por las autoridades cuando son incipientes y esperen a que estén casi terminadas y en uso para objetarlas.

Uno de los problemas de la ciudad es la extemporaneidad de algunas medidas. Las más recientes tienen que ver con el caso de dos obras paralizadas por las autoridades.

Ayer El Universal publicó una noticia en la página 05 cuyo título es: “IPCC suspende obras en el Centro y en El Cabrero”. La medida afectó dos construcciones que según la entidad no tienen todos los permisos.

Dice la nota: “Las obras están en la Casa Cural de la Iglesia de Santo Toribio, Calle del Sargento Mayor; y en el barrio El Cabrero con Avenida Santander”. La primera fue suspendida porque “hasta la fecha no cuenta con la autorización otorgada por el Ministerio de Cultura” y la segunda porque “el Comité Técnico de Patrimonio recomendó a los responsables presentar el proyecto ante el Mincultura, toda vez que esta edificación se levantó sobre el terreno de un área de influencia, en este caso la delimitada por la Casa Museo Rafael Núñez, Bien de Interés Cultural protegido por la Nación”.

Es inaudito que obras que se hacen desde hace meses y a veces años no se paren por las autoridades cuando son incipientes y esperen a que estén casi terminadas y en uso para objetarlas. No las construyeron al escondido, puesto que los cartageneros las han visto surgir desde los primeros hasta los últimos pasos y las autoridades no dijeron nada entonces.

En el caso de la obra de El Cabrero, que hoy luce un aviso que dice Megatienda, ¿sólo ahora notan las autoridades que está cerca de un Bien de Interés Cultural? ¿Es que cuando era un solar estaba más lejos que ahora y al surgir el edificio se arrimó al Bien de Interés Cultural?

Los casos de El Centro y de Santo Toribio no son los únicos. Es quizá más aberrante la extemporaneidad del caso del edificio San Lázaro Distrito Arte, frente al Fuerte San Felipe de Barajas, con espacios para presentar obras musicales y de teatro, y además, un pequeño hotel para subsidiar los emprendimientos culturales.

El 4 de junio de este año, El Universal publicó una nota que comenzaba así: “La Oficina Jurídica del Ministerio de Cultura, a través del Auto 052 del 26 de mayo del 2014, ordenó como medida cautelar la suspensión inmediata del proyecto San Lázaro Distrito Arte, que se construyó cerca del área de influencia del Castillo San Felipe”. Cerca no, sino ¡calle de por medio! Esta fue una obra de la que se publicaron noticias antes y después de iniciada, los constructores aseguraron y aseguran tener todos los permisos, y la comenzaron y desarrollaron de día, en público, y solo cuando estaba casi lista fue descubierta por diversos funcionarios y personajes. ¿Por qué esperaron tanto? ¿Por qué no lo hicieron más temprano? Y del Mall Plaza, ¿qué?

No sería extraño que los propietarios de algunas de estas y de otras obras terminaran ganando demandas contra el Estado  que se hubieran podido evitar si los funcionarios hubieran actuado oportunamente, comenzando por negarles los permisos si no los merecían, en vez de actuar cuando los perjuicios para todos serán mayores.
 

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