Columna


La india arrodillada

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

16 de febrero de 2011 12:00 AM

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

16 de febrero de 2011 12:00 AM

Carmencita había venido de caminar el Centro con su mamá, luego cuando llegó a su casa se sentó a terminar uno de los tantos capítulos de veinte páginas y pico de Cien años de soledad. De un momento a otro cerró el libro con brusquedad, en un zarpazo. Alzó la vista y comentó ensimismada: es como si en Macondo, luego de la masacre de los más de tres mil trabajadores, se hubiera construido un monumento a los dirigentes de la planta bananera y José Arcadio Segundo no hubiera dicho absolutamente nada.Ocurrió que entre filas para bancos, vueltas de oficinas, manos agarradas para cruzar la calle y listas escolares ella había transitado por la Plaza de la Aduana y había visto un monumento en todo el ombligo del lugar: era Cristóbal Colón, rodeado de su “Niña”, su “Pinta” y la “Santa María”, con un ancla empuñada en la mano izquierda, con su peinado de hombre que hace metáforas de mundos con naranjas, sus mocasines europeos y su mano derecha exponiendo a una india triste y arrodillada, cuya expresión de subyugación quedó inmortalizada en el mármol así como estará grabada, a modo de epígrafe en la estatua, la frase más seca del planeta: “A Castilla y a León Nuevo Mundo dio Colón”.
Tal recuerdo pareció venir a la mollera de Carmencita con el impulso de un árbol genealógico de miles de años atrás, y por un momento, sintió un escalofrío de jaguares en las piernas.
¿Cuándo vamos a poner de pie a la india? Allí yace, rodeada de arbustos y flores de coral, con el pecho destapado y la mirada de una persona que ha llorado mucho, endurecida por algo más allá que los artilugios de la piedra caliza. A veces pienso que allí en ese monumento se quiso perpetuar una estatua de sal, cuando muchas voltearon a ver la destrucción a cañones de la ciudad Cangrejo (Calamarí) por parte de falsos dioses, buscando oro, esclavizando, saqueando tumbas, violando mujeres, desatando su ira sobre una Gomorra que nunca existió y pecados que jamás se cometieron.
Mi India Arrodillada, en tu rostro van el abuso y la discriminación más viejas de la historia, esa que sufren las mujeres por el peso de su sexo o su liderazgo de estrella, por la fruta de sus senos y la celosa tarea de guardar en sus vientres una cueva de la vida donde hoy en día seguimos sintiendo que somos nosotros los hombres quienes nos quedamos con una parte de sus costillas.
¿Cuándo vamos a poner de pie a la india?, sus playas ya ajenas, la rúbrica frutal de sus palenqueras, su urbe arrodillada entre el crimen y la basura. El lunes pasado, Vicente Martínez Emiliani escribió en su columna “no nos empeñemos en descubrir la América, que ese trabajo ya se lo tomó Colón hace más de 500 años”, creo que aquel personaje, observador de mundos y naranjas, no pudo comprender (como hoy en día sucede) que nunca descubrió nada, la verdadera América la “tierra mía sin nombre, sin América” (Cantó Neruda) es la que tenemos que descubrir, como hace la mirada cuando apunta las flechas.

*Estudiante de Derecho de la Universidad de Cartagena

arquerolivero@hotmail.com

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