Columna


Loor a un bacán

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

19 de febrero de 2011 12:00 AM

PANTALEÓN NARVÁEZ ARRIETA

19 de febrero de 2011 12:00 AM

De seguro que usted no justificaría que un columnista con experiencia admita no tener tema para opinar. Pensaría, al instante, que ha perdido la capacidad para identificar, examinar y reflexionar sobre los sucesos que despiertan interés, porque todo lo convierte en un obstáculo que ni siquiera intenta superar.A riesgo de que se diga que he comenzado a mostrar incompetencia, reconozco que esta nota fue producto de una disputa entre ese que explora para expresarse y el que prefiere evadirse de la realidad luego de haber sido apabullado por los acontecimientos que lo sorprendieron y acongojaron durante la semana.
Todo esto porque ocurrió algo que me desanimó: el deceso de David Sánchez Juliao, no porque hubiera su sido amigo, sino porque, aunque nunca crucé un saludo con él, siempre sentí que le debía un reconocimiento por haber contado con la habilidad para captar los desencantos e ilusiones de sus coterráneos y los métodos de elusión que empleaban para reducir el impacto de las carencias, que le permitió convertirse en el retratista de su entorno y vocero de los marginados, para lo cual se apropió y perfeccionó las voces y los tonos que usaban las fonderas del mercado de Lorica, los inmigrantes provenientes del Líbano y los deportistas a quienes se les auguraba un porvenir de éxitos que no se concretó.
Dentro de esa perspectiva y empleando la ironía y la fantasía, Sánchez Juliao construyó unos personajes que podíamos advertir holgazanear en una banca del parque, despotricar detrás del mostrador de una tienda o deambular en el rebusque, siempre alardeando de unas hazañas que no lograron o soñando con las que no alcanzarían y que terminaban por revelar sus angustias, miserias, esperanzas e intentos por rebelarse contra la resignación que los condenaba a permanecer rezagados dentro de ese conglomerado que se resiste a darle oportunidad a quienes carecen de pergaminos, salvo que enseñen virtudes que los conviertan en líderes o paradigmas.
Él sabía que sus trabajos lo habían erigido en representante de la sinuanidad, una cultura de la que se enorgullecía y destacaba por su propensión para la exageración, el desenfado para desatender protocolos y la destreza para reinventar el mundo, quizás por haberse formado de la confluencia de las costumbres y creencias de unas etnias surgidas en distintas latitudes del orbe, pero que, por azares, confluyeron en una región que, sin olvidarse de las viandas del terruño, pronto asimiló e incorporó la culinaria que vino de afuera, hasta el punto de afirmarse por las cocineras de Lorica que el quibbe, el tabule y el tajine eran creación de sus abuelas, como lo contó en Sincelejo, con esa sonoridad que no sólo brotaba de las palabras, sino, también, de los gestos, que en él eran una extensión del lenguaje.
Sí, porque David Sánchez Juliao, más que periodista o creador de ficción, fue un bacán. El que nunca se le viera lucir vestimentas que contradijeran su condición de caballero de estirpe privilegiada, no puede servir para negar que ejercía la bacanería desde una perspectiva muy particular: la del intelectual que reivindicó y enriqueció la jerga de los bacanes.

*Abogado y profesor universitario.

noelatierra@hotmail.com

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