Columna


Mi Macondo

MARTHA AMOR OLAYA

19 de febrero de 2011 12:00 AM

MARTHA AMOR OLAYA

19 de febrero de 2011 12:00 AM

En Cartagena todo anda sobre ruedas. Las mazorcas, el jugo de mandarina, hortalizas, vegetales, frutas, chicha, escombros, raspaos, periódico, fritos, agua, toallas, cualquier cosa anda por las vías con la velocidad que tire el animal cansado y desnutrido, o la fuerza de las piernas del “hombre trabajador”.La movilidad lleva el ritmo de la necesidad o del capricho de los conductores. 
Un burro o un caballo, pueden ser amos y señores de una vía en cualquier momento del día, en una subida de puente hacen cambiar hasta dos veces un semáforo sin que un solo carro pueda moverse.
Algunos se detienen para charlar con un amigo o hacer una diligencia sin bajarse del carro. Hay otros que descargan diariamente mercancía en vías de un solo carril. Hay quienes pescando pasajeros, andan a 15 km por hora para lograrlo. Otros hacen compras desde sus vehículos sin que los inmuten los pitos ensordecedores de quienes necesitan circular.
Los conductores del transporte público de la ciudad abusan del poder que les da el volante de un carro que no es suyo, las necesidades de sus usuarios y la falta de autoridad y control a sus desmanes.
La malla vial de la ciudad es lo más parecido a la superficie de la luna, la ocupación física del territorio tiene forma de plaza de mercado, el ambiente sucio, ruidoso, ultrajado y contaminado nos tiene viviendo como cerdos.
La ciudad crece pero las vías son las mismas, la movilidad no se estanca, retrocede.  Con Transcaribe, por ejemplo, tendremos que ponernos los carros en la cabeza o quizás contratemos obras para autopistas en el cielo y así le haremos coro a la Casa en el aire de Escalona, al mejor estilo de los Supersónicos. (Eso si entregan la obra antes de que se acabe el mundo).
Aquí tubos millonarios están a la deriva en el mar. Doce años pensando el Emisario Submarino para que en cuestión de horas pasemos del ingenio al desastre. Inspiración para la novela “Los tubos de nadie” o “La increíble y cándida historia del submarino perdido y los “tuvos” culpables”.  Mientras, contabilizamos los sobrecostos económicos y ambientales que la pérdida y la demora generan.
“Quítate tú pa ponerme yo” se convirtió en el himno de la economía informal. Vendedores estacionarios y autoridades se debaten por la privatización del espacio público. Los esfuerzos por desocuparlo, que van desde desalojos hasta indemnizaciones, se diluyen con la re-invasión por falta de vigilancia, defensa permanente del espacio liberado u ocupaciones “concedidas” a invasores de cuello blanco.
En mi Macondo, como lo ven, todo parece estar al revés. Por eso no es extraño que para tapar errores institucionales se acomoden los discursos, se diga que el estrato tres ya no clasifica los ingresos medios sino la pobreza, que los hombres son mujeres y los mestizos blancos. En mi Macondo, los villanos se convierten en héroes y se dispara para callar conciencias, lo irrelevante es primicia y lo trascendental se olvida, la ira pervierte realidades, la mentira se eleva en pedestal y erige cortinas de humo que bien distraen a espectadores de circo. Las libertades son condenadas y las pasiones se cocinan en el mismo caldo envenenado del resentimiento mezquino e indolente.

*Comunicadora Social-Periodista, Especialista en Gestión Pública, Directora de UdeC Radio.
martha_amor@yahoo.com
 

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