Home


El barrio melancólico y fantasmal

REBECA GONZÁLEZ DE LEÓN

13 de febrero de 2012 12:00 AM

Nací y crecí en un barrio contagiado de historia, el Centro de Cartagena de Indias. Recuerdo cuando era niña que jugaba con mis vecinos, corríamos por las calles de noche, el centro era sólo para nosotros.
En aquella época, el hotel Santa Clara no era lo que es hoy, todavía se encontraba en ruinas.  Los historiadores dicen que ahí funcionó un convento y luego un hospital. Aún en ruinas era nuestro  “fortín”, esa mansión embrujada donde jugábamos a las escondidas. La noche del 24 y 31 de Diciembre compartíamos la alegría de la navidad y despedíamos juntos el año viejo, quemábamos muñecos y festejábamos hasta el amanecer.
Con el paso del tiempo, Cartagena de Indias se fortaleció como ciudad turística. Extranjeros  compraron las casas a muchos habitantes del sector.  Inmuebles que le habían costado a sus dueños ochenta  millones de pesos, ahora eran vendidos por mil, dos mil  y hasta tres mil millones de pesos. Sus antiguos propietarios se fueron a vivir a otros barrios, y los nuevos moradores las remodelaron, les hicieron piscinas y decoraron con  lujos que no estarían jamás en la mente, ni en el presupuesto de las personas que inicialmente las ocuparon. 
Pero estos nuevos vecinos del centro histórico, sólo son vistos en época de vacaciones. Éste pasó de ser un barrio alegre y habitado por cartageneros a un barrio fantasmal, que se viste de gala a fin de año cuando sus casas son anidadas nuevamente por los foráneos.
Los que aún vivimos en el sector, salimos en las noches románticas a recorrer con nostalgia los rincones del corralito de piedra que hoy es más de los extranjeros. Sus calles guardan la historia de la inquisición, de la rebelión, del grito y la alegría de niños que corrían por ellas con la inocencia propia de su edad. Ahora abundan los hoteles boutique, los restaurantes de comida internacional  y los almacenes de ropa costosa.  Ya no hay con quién jugar, ya no hay con quién hablar. Cuando salgo a caminar, siento que asisto a una fiesta a la que  no he sido invitada.
Sí, reconozco que mi barrio ahora se ve más bonito, las casas están hermosas, los balcones se ven muy elegantes,  pero por momentos, un silencio triste se siente en las noches, y al rato se escucha una especie de lamento: es el llanto de las murallas y paredes  que reclaman que los cartageneros vuelvan a ocuparlas. Y es que después de todo, el lujo no suple la necesidad del calor humano.
Coletilla: Los grandes empresarios festejan el avance de Cartagena a nivel de turismo. Es la ciudad donde gente “importante” y adinerada quiere comprar un inmueble para tener donde tomar el sol, o para montar nuevos emporios y enriquecer más sus bolsillos, irónicamente, en un lugar  donde miles de sus habitantes viven en la pobreza. Esta es una ciudad cada vez más pensada para el mundo y menos para su propia gente, que  además afronta innumerables dificultades. ¿Eso es lo que llaman “Progreso”?. 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS