Bolívar


Vuelve el cultivo de tabaco a los Montes de María

HILENIS SALINAS GAMARRA

07 de junio de 2018 12:00 AM

Jacob Arias dice que vive en la zona baja de El Carmen de Bolívar desde que empezaron a sembrar tabaco en la región. “Tengo 300 años -dice- porque yo me anticipé a todo esto, yo nací con la primera hoja de tabaco que cosecharon aquí”.

Está sentado en una silla, frente a su casa en la vereda El Bálsamo, de El Salado, y cuenta que casi dos décadas después de los primeros desplazamientos en la zona, los campesinos que están volviendo, quieren retomar su tradición tabacalera, que hizo que en alguna época, El Carmen fuera una ciudad productora de dólares.

Pero los cultivadores de tabaco ya no tienen el mismo mercado benevolente de hace 20 años. ¿Por qué quieren volver a sembrar tabaco, si no promete igual que el siglo pasado y si es visto como una amenaza a la salud pública con campañas en contra en diversos países?

El tabacalero tradicional

“Lo primero que hicimos fue echar la troja, donde germina la semilla. Uno lo hace por costumbre, porque uno campesino está incómodo si no ve tabaco”, explica Jacob.

Antes de los desplazamientos causados por las masacres paramilitares, el promedio en Bolívar era de 2.500 productores tabacaleros y hoy esos que “han comenzado a echar la troja nuevamente”, son unas 360 familias. Un porcentaje ínfimo comparado con la antigua producción.

Los municipios productores, explica Jacob, quien es presidente de la asociación de tabacaleros de Bolívar y vicepresidente de Fedetabaco, eran nueve en el Bolívar grande: Zambrano, Córdoba Tetón, San Jacinto, El Carmen, Ovejas, Chalán, Colosó, Palmito y Morroa.

“Toda esta zona, incluyendo tres municipios del Magdalena, producía entre 20 y 30 mil toneladas de tabaco al año, que ahora apenas llega a más de 1.300 toneladas, esa es la cantidad que compran hoy”.

El problema empezó con el desplazamiento, siguió con la reducción del mercado y se completó con las políticas mundiales en contra del consumo del tabaco, relacionado con la aparición de varios tipos de cáncer.

“Esa satanización solo afecta al cultivador, porque la empresa sigue comprando tabaco y produciendo cigarrillo, si no es en Colombia, es en otro país. Mire que varias empresas que estaban aquí, se fueron para Brasil, donde el Estado brinda más oportunidades y menos aranceles”, comenta Jacob.

Las malas condiciones

Enrique Cantillo tiene 63 años y como Jacob, volvió a su tierra tras la implementación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. Tiene media hectárea, de las 14 restituidas, sembrada con tabaco negro, el que mejor se cultiva en la región, y asegura que esta planta es lo único que le garantiza una entrada fija.

“Este mes empiezo la cosecha. En plata son unos 300 mil pesos por corte y eso se hace cada ocho días. Eso es lo único que da la platica, porque si usted se pone a sembrar yuca o maíz solo, tiene que salir a trabajar el día por otro lado para mantenerse”, explica Cantillo.

Aunque el negro no es bien pago, dicen los tabacaleros, cultivar la variedad del tabaco rubio es mucho peor. Una especie de estafa contra los campesinos, pues las empresas que lo compran dan ‘abonos’ en especie a los cultivadores con químicos y herramientas para mantener el cultivo, y cuando cosechan descuentan todo eso, dejándolos sin pago.

“Los españoles se llevaban el oro de los indios a cambio de espejitos, a nosotros se nos llevan el tabaco a cambio de químicos que no nos dan de comer”, resume Enrique.

Las opciones

Ante esta situación, con pocos incentivos para cultivar el tabaco, Jacob vislumbró una solución que requiere un cambio en la política agropecuaria implementada por las autoridades regionales y nacionales.

Su propuesta es muy simple: los campesinos ganarían más si no solo cultivaran. “Estamos hablando de conformar una empresa que empiece con el cultivo de la hoja y termine con el puro, de vasta calidad. El proceso completo”.

Según explicó el líder, ha hecho acercamientos con un grupo de República Dominicana que podría comprar el tabaco producido e incluso ayudar a implementar fábricas en la zona, pero también hacen falta políticas que incentiven el cultivo.

“Aquí mismo en Colombia, un kilo del tabaco, que se produce acá, cuesta 19 mil pesos; aquí en El Carmen, con las pocas empresas que hay, lo compran en 3 mil pesos. Lo que hay es un desorden que se podría mejorar si el gobierno le mete la mano”, sentenció Jacob.

Las propuestas

En la zona rural de El Carmen de Bolívar han sido restituidas el 95 % de las solicitudes hechas por campesinos. Unas 5.549 hectáreas en las que además del proceso de devolución, la Unidad de Restitución de Tierras (URT) ha invertido 5 mil 477 millones 772 mil pesos en proyectos productivos.

Esos proyectos y también las cooperaciones internacionales son, sin que cambien las políticas antitabaquismo, una opción para quienes como Enrique y Jacob insisten en sembrar esta planta.

Una de estas oportunidades es el convenio entre la URT, la embajada de Suecia y la FAO, llamado Redes Locales de Integración Productiva.

Este pretende avanzar en las buenas prácticas en el cuidado del entorno y acompañamiento productivo; fortalecimiento asociativo y participación de la mujer; incrementar la conformación de empresas y la venta de productos; y la búsqueda de un respaldo de más entidades.

Ya este proyecto lo están trabajando en El Respaldo, otra vereda de la zona baja de El Carmen, donde también hay indicios de siembra de tabaco.

Otras apuestas

El coordinador departamental del Programa de Desarrollo Rural, Danilo Contreras, explicó a El Universal que aunque la Gobernación respeta y reconoce la tradición tabacalera de los Montes de María, en este momento están buscando el fortalecimiento de otros productos, como el ñame, el aguacate y el cacao.  “Sobre el ñame, hemos trabajado con semillas mejoradas, buscando fortalecer los mercados campesinos y su exportación. Eso requiere unos esfuerzos importantes para lograr el producto que quieren en el exterior”, destacó Contreras. El funcionario también aseguró que el cacao en este momento tiene un mercado mundial más grande que el café, lo que abre más posibilidades para los campesinos de Montes de María y otras regiones del departamento.

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