Rodeada por el agua de una ciénaga y la ilusión de tener algún día un techo digno, sobrevive una madre cabeza de hogar y su familia en el municipio de Sucre, región de la Mojana.
Ella es Aury Estela Bohórquez Payares, quien vive en una casucha de tabla y zinc con sus cinco hijos menores de edad, sus permanentes carencias y la falta de ayuda del Estado.
Aury Estela alimenta a sus pequeños con la poca ayuda brindada por personas de buen corazón, pese a pertenecer a un grupo de la sociedad que goza de especial protección constitucional.
Su rancho, cerca a la orilla de la ciénaga del barrio Villa B, en la cabecera municipal, quedó rodeado de agua debido a la reciente ola invernal, que fue tan fuerte como el abandono de su marido.
A ella le toca colocar plásticos en el suelo para que sus hijas puedan dormir y amanecer aunque sea solamente con las esperanzas de tener un mejor mañana y una vida digna.
Tras “vivir del timbo al tambo”, la Junta de Acción Comunal del barrio Villa B, le cedió el pequeño terreno en donde plantó su rancho sin pensar que quedaría rodeada de miles de metros cúbicos de miseria.
Paradójicamente, si llegamos a la “puerta principal” de esta choza y damos un giro de 180 grados, podemos observar verdaderas casas, hoy en deterioro porque fueron entregadas a familias que nunca las habitaron.
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