Salud


Donar órganos para salvar vidas

COLPRENSA

09 de diciembre de 2013 12:02 AM

Estos son algunos de los testimonios de gente que ha sido transplantada y gracias a esto superaron sus problemas de salud. La Opinión conoció en primera voz, lo que significa para una persona ganarle a las angustiantes listas de espera. 

“No es volver a nacer. Esto hay que vivirlo”: Ximena Escobar 
Llegaba a la clínica Ardila Lule en Bucaramanga con la ilusión del trasplante, pero resultaban otros pacientes más compatibles y me devolvían. Al comienzo me iba en avión, pero después tocaba por tierra, por los costos. Fueron ocho meses en ese trajín. Incluso la última vez casi me muero en el camino, de regreso. Ahí dije: no más. Entonces metí tutela y al año me ordenaron para que esperara turno para Medellín. 

Al comienzo fui una niña sana. Me hacía chequeos permanentes porque mi hermana menor le detectaron insuficiencia a los 10 años y mi papá le cedió un riñón para que la trasplantaran, también en la clínica San Vicente de Paul de Medellín. Cuando quedé embarazada afloró la enfermedad y en mi casa me hacía la diálisis para tratar de salvar a la bebé, pero a los seis meses se me murió adentro. Y seguí en diálisis. Fue muy terrible y triste. No te dan ganas de comer, te cansas, en fin, es una opción de vida, pero dura. Así pasé seis años. Hace cuatro años me dieron la oportunidad de trabajo como asesora de ventas en Rentabién y trataba de cumplir, pero allá siempre me tuvieron paciencia. 

“Volví a no depender de nadie”: Jesús Miguel Peña Rodríguez 

El 23 de abril, hace dos años, vibró mi celular, a las 2 de la madrugada. Yo estaba acostada, haciéndome la diálisis. Contesté y me dicen: te hablamos de Medellín para que te vengas en el primer vuelo que tenemos un riñón compatible. Si no llegas se lo damos a otro paciente. Mi papá me compró el pasaje y a las 8 de la mañana estaba aterrizando en el aeropuerto Olaya Herrera. Me hicieron los exámenes de rigor y tres horas después entré a cirugía. Cuando despierto me duele todo, pero…sentí otra vez ganas de comer, de ir al baño, después de tanto tiempo que hoy digo: Dios…eso no es volver a vivir, esto hay que vivirlo para entenderlo, para sentirlo. Duré internada ocho días y tres meses más en Medellín para los respectivos controles. Por eso les digo a toui al baño y oriné. De la misma alegría de poderlo hacer, sin problemas, me arrodillé, lloré y le di gracias a Dios. Acababa de despertar de un sueño, prácticamente dos días después del trasplante, en la clínica San Rafael de Bogotá. Ese 26 de diciembre de 2009 volví a nacer, a no depender de nada, ni de nadie porque había quedado liberado de la diálisis. 

Mi caso fue casual. Es decir, yo fui a cita con un especialista en la clínica Saludcoop y por esas coincidencias de la vida me pasaron al consultorio del doctor Felipe Matamoros Barreto. Cuando entré me di cuenta que se trataba del mismo compañero de colegio. Fue un agradable reencuentro. Entonces me sometió a exámenes y me dijo que yo estaba volando con esa tensión superalta, que no se explicaba cómo seguía vivo. Me interné el mismo día y después de estabilizarme me dijo que no le gustaba los resultados que estaba viendo: tenía prácticamente los riñones paralizados. No me esperaba ese diagnóstico. Fue una sorpresa desagradable. 

Me preparó para iniciar diálisis y aprendí, incluso a manejar la máquina, que me llevé para la casa. Iniciaba a las 5 de la tarde y terminaba a las 5 de la madrugada. Tenía que estar bien durante el día para poder atender mi negocio de panadería. En ese proceso permanecí tres años continuos hasta que apareció el donante, y según los cirujanos el riñón que me trasplantaron parecía de mi gemelo, porque lo asimilé de inmediato y salí caminando, al tercer día de la clínica, como si jamás hubiese sufrido de nada”. 

“Estoy felizmente trasplantado”: Jacid Navarro Vergel 

Hace 35 años me descubrieron que tenía insuficiencia renal. Los nefrólogos empezaron a hacerme seguimiento y con el transcurrir del tiempo mi calidad de vida se fue deteriorando. En mayo de 2009 el riñón prácticamente me dijo: ya no trabajo más. Entonces el doctor Muñoz y Felipe Matamoros me advirtieron que debía prepararme para someterme a sesiones de diálisis. De inmediato les pregunté: ¿existe otro camino que no sea diálisis? El doctor Matamoros me contestó que sí, que podía inscribirme al programa de trasplante. Y así lo hice en el hospital San Vicente de Paul de Medellín. 

Al mismo tiempo siguieron los procedimientos para la diálisis y precisamente el 18 de mayo de 2009 iban a someterme a la pequeña cirugía para adaptarme la fístula para la diálisis. Dos días después me llamaron para el pretrasplante en Medellín. Es decir, no alcancé a someterme a diálisis. 

Viajé y allá duré dos meses haciéndome los exámenes y finalmente me declararon apto para el trasplante. Regresé a Cúcuta a esperar turno y a buscar el registro de la EPS Sanitas. El 10 de julio recibí una llamada advirtiéndome que tenía que viajar de inmediato a Medellín. Volé y a la una de la tarde me internaron y me trasplantaron el riñón. El protocolo del hospital dice que todo foráneo debe quedarse tres meses después del posoperatorio y así lo hice. Mi riñón fue respondiendo y la evolución fue tan rápida que hoy puedo decir que estoy felizmente trasplantado, gozando de una gran calidad de vida, que soy un afortunado. Los controles han continuado, pero cada vez el promedio de tiempo se alarga y en este momento asisto cada cuatro meses a chequeo en Medellín”. Como estoy pensionado de Telecom me dedico a la labor social con la Asociación Nacional de Trasplantados.

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