A todos alguna vez nos ha pasado que mientras viajamos y llevamos a un niño sentado en las piernas, de repente ¡splash!, se vomita sin poder avisar.
Es algo tan mecánico para ellos que ni se inmutan, solo sueltan lo que les molesta en el estómago, mientras uno queda pensando: “Pobrecito, ¿pero qué hago para que pare?”.
Lamentablemente, cuando un niño se vomita a causa del mareo, nada puede evitarlo. Los pequeños son más propensos a la cinetosis, o sensibilidad al movimiento, descrito como el conjunto de signos y síntomas (náuseas y/o vómitos, palidez, sudoración, cefalea, mareos, etc) provocados por movimientos externos o del campo visual.
Según explica el otorrinolaringólogo Cristóbal López, “el cerebro está conectado a través del vestíbulo espinal con el aparato digestivo. En su confusión envía órdenes a través de estos haces nerviosos y producen el denominado cuadro vegetativo, que incluye síntomas como mareo, sensación de vértigo o giro de objetos, sudoración, nauseas y vómito”.
Sin embargo, antes del viaje sí se puede hacer algo.
Según la fundación de otorrinolaringólogos, FASO, existen terapias generales que pueden ayudar a evitar este tipo de episodios (modificaciones conductuales físicas y visuales, que pretenden a reducir el conflicto sensorial), así como diversos fármacos, como la escopolamina (hioscina), dimenhidrinato, metoclopramida, entre otros.
- Tomar un poco de miel.
- Establecer un punto de referencia visual, por ejemplo, manteniendo el eje de visión con un ángulo de 45 grados por encima del horizonte.
- Evitar mirar objetos en movimiento.
- Restringir los movimientos de la cabeza, ya que evita las tareas que favorecen el conflicto visual-vestibular.
- El exceso de alcohol o comida antes del viaje o durante el mismo aumenta la probabilidad de cinetosis. Se deben consumir cantidades pequeñas de líquidos y comidas sencillas con frecuencia durante un viaje prolongado.
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