Columna


Siembra y cosecha

ADOLFO GÓMEZ AGÁMEZ

26 de junio de 2009 12:00 AM

ADOLFO GÓMEZ AGÁMEZ

26 de junio de 2009 12:00 AM

“Lo importante no es hacerlos, sino criarlos”, es la expresión de algunos padres cuando se refieren a los hijos. Hoy, ante esta crisis de valores en la que nos encontramos en el nivel mundial, he querido rescatar una historia de las constructivas (toda historia sea buena o mala debe ser constructiva) y espero que nos ayude como padres a transmitir a nuestros hijos madurez ante la vida que enfrentan. Erase una vez un cantero (dícese de aquel que trabaja en las canteras trabajando con rocas), quien cada día ascendía a las montañas para cortar piedras y mientras, silbaba y cantaba y aunque pobre, no deseaba más de lo que tenía. Un día lo llamaron para trabajar en la mansión de un hombre rico y cuando vio su casa grande, sintió por primera vez deseo, y se dijo: ojalá fuese rico. Imagínate el asombro que vivió cuando escuchó una voz que le dijo: desde hoy eres rico. El hombre no sabía qué pensar hasta cuando regresó a su casa y se encontró, no con la choza donde siempre había vivido, sino con tremenda mansión. Así que nuestro amigo dejó de labrar piedras y comenzó a vivir como rico. Pero, un día, mirando a través de la ventana, vio al rey paseando en su carruaje y pensó, ¿qué tal que yo fuese rey? No había terminado de desearlo cuando se convirtió en rey. Otro día, vio como el sol daba calor a las cosas y deseó su poder, y por consiguiente se convirtió en sol y se sentía feliz como sol, enviando oleadas de calor a todo el universo. Pero, un día, como sol, no pudo atravesar una espesa capa de nubes, así que deseó ser nube y lo consiguió y se sintió satisfecho de no dejar pasar al sol, pero como nube sintió que se movía sin poder evitarlo y se dio cuenta de que era por la fuerza de los vientos, y entonces decidió volverse viento y dejó de ser nube, y así vivió un buen rato, libre, haciendo y gozando con lo que movía. Pero un buen día notó que no podía mover una gran peña y dijo el cantero, quien ahora era viento, que quería ser esa gran peña, y al instante fue la peña, más fuerte que cualquier otra cosa de la tierra. Pero cuando disfrutaba de su gloria pétrea, oyó el sonido del martillo y del escoplo de cantería y abajo vio que un hombre lo cortaba (a él que estaba convertido en piedra) y se dio cuenta de que ese minúsculo ser, que se llama hombre, era más fuerte que la colosal piedra y entonces deseó ser y volver a ser hombre, y por consiguiente cantero, y desde entonces, todos los días sigue subiendo a la montaña sin dejar de cantar y silbar. Lo anterior nos lleva a preguntarnos, como padres, ¿estamos transmitiendo fe o duda en nuestros hijos? De tu respuesta depende tú cosecha. a_gomezagamez@hotmail.com

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