Siluetas etéreas que vagan en los bosques como ninfas de la eternidad, describen la abstracción de la casa Valentino. Una colección de feminidad inusitada emerge de vestidos diáfanos que emulan los detalles de las pinturas prerafaelistas, pero sin dejar de ser atemporales.
Creaciones sublimes donde impera la delicadeza de los trazos que acarician los cuerpos como una segunda piel revestida con brocados en cuero, siempre con un aire minimalista.
Sus diseñadores María Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli, impregnaron cada pieza de un halo romántico con esencia romana presente en túnicas drapeadas, ceñidas con cintos, que se complementan con sandalias.
La paleta fue purificada para mostrar la sobriedad del invierno. Blanco, nude, negro y verde contrastan con las prendas en tonos metálicos que aportan luminosidad a los vestidos que son sutilmente asimétricos. Un toque de gracia divina a prendas que carecen de imperfecto.
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