Columna


Sombras

ÓSCAR COLLAZOS

27 de junio de 2009 12:00 AM

ÓSCAR COLLAZOS

27 de junio de 2009 12:00 AM

En los últimos meses he hablado con extranjeros que se sorprenden porque en muchos espacios públicos de Cartagena, sobre todo en el Centro Histórico, a ningún planificador urbano se le haya ocurrido sembrar árboles que den sombra. Por ejemplo, en el Camellón de los Mártires y Muelle de la Bodeguita. La siembra de palmeras ridículas no remedia el efecto avasallante del sol caribeño ni vuelve más humanos estos grandes espacios, frecuentados por nativos y foráneos. De día, bajo el sol más inclemente, los paseantes pasan por allí de largo y de prisa, huyendo del infierno que, según dicen, es de fuego. Se lo pregunté a un reconocido arquitecto de Cartagena y me dijo que ésta es una ciudad que confunde el cemento con el progreso. Y tenía en parte razón, pero le faltó añadir que ésta es una ciudad que para evitar males remediables, produce otros de mayor efecto. ¿Cuál sería uno de esos males remediables? Por ejemplo, que la sombra fuera aprovechada por los vendedores ambulantes, que expulsarían a los paseantes de estos lugares, parte inseparable del patrimonio urbanístico de la ciudad. La explicación de que no se siembran árboles en estos preciosos espacios restaurados y ampliados porque impiden la visión de otros lugares y monumentos emblemáticos, es apenas un pretexto. Todas las grandes ciudades del mundo hacen un inventario sobre su déficit de árboles. A partir de allí, van reduciendo la carencia hasta conseguir un equilibrio razonable. Y no sólo porque la siembra de árboles sea necesaria para alcanzar una mayor calidad de vida ambiental sino porque, estéticamente, un lugar arbolado (una calle, una plaza, un paseo, una avenida, un parque) es mucho más humano en la medida en que reduce la tiranía del cemento urbano. Desde hace diez años, paso a diario por Marbella y la Avenida Santander. No hay panorama más desolador. Un ridículo muro separa la vía de la playa, unas escasas palmeras agonizan entre la sequedad y el enanismo, unos cuantos matorrales nacidos por generación espontánea recuerdan que la naturaleza sugiere a la especie humana continuar la obra que ella empieza en condiciones adversas. Entre la India Catalina y la Puerta del Reloj se extiende un espacio peatonal renovado. ¿Qué le falta? Vegetación y sombra. La ocupación sistemática del espacio público resulta remediable, aquí y donde se produzca. Lo que tarda mucho en remediarse es el mal de una ciudad sin una vegetación protectora. Cuando digo Camellón de los Mártires o Muelle de la Bodeguita digo Cartagena, que no termina allí. Para mí que la muy noble Cartagena de Indias empieza con el sol y termina con la insolación, empieza con unos admirables monumentos de piedra y termina en calles y avenidas para pasar de largo, como a quien lo persigue el diablo. Se debería empezar por la elaboración de un mapa de los espacios públicos de la ciudad y por señalar lo que les falta para ser gratamente públicos. Claro está que antes se debe empezar por restituirles su condición de espacios públicos. No es fácil. Yo diría, incluso, que ésta es una faena impopular pero es, al mismo tiempo, un deber inaplazable de la Administración. salypicante@gmail.com

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