A sus 60 años, Eugenio Lobo Galé siente que sus fuerzas se le escapan. Su salud se ha ido deteriorando entre los robustos muros de la cárcel de máxima seguridad La Picaleña, en Ibagué.
Pero los pasillos y las celdas se hacen aún más oscuros, pues les asegura a los suyos que está encerrado en el mismísimo infierno, por un crimen que no cometió.
Los familiares de Eugenio dicen que está desesperado. Desde hace más de seis años, cuando fue capturado y enviado a la cárcel por el homicidio de un hombre en el barrio Nelson Mandela de Cartagena, no ve a sus hijos. Tiene 13 y varios de ellos son menores.
Estos viven con su mujer, Esperanza Barrios Anaya, en el municipio de Necoclí, Antioquia. Una población fuertemente golpeada por la violencia, en la que Esperanza ha tenido que hacer malabares para poder poner el pan en la boca de sus retoños. “Salgo a vender fritos a un corregimiento de Necoclí que se llama Pueblo Nuevo. Me voy en las tardes para allá y ya regreso de madrugada. Es un trabajo duro y ya tengo 64 años. Cada amanecer es una lucha para mí, para conseguirle las cosas a mis hijos. Me da muy duro escucharlos llorar y decirme que quieren ver a su papá y no los puedo llevar a verlo porque está muy lejos y no tenemos dinero. Tampoco sé explicarles que su papá está preso por un crimen que no cometió. Porque cuando en Nelson Mandela ocurrió el homicidio por el que fue condenado, él estaba preso en la Cárcel de Ternera por otra investigación en la que se demostró que era inocente”.
Su historia
Lobo Galé nació en Necoclí, pero a temprana edad se vino a Cartagena. Años después se estableció en el barrio Nelson Mandela, donde vivía con Esperanza. Con esta tuvo nueve hijos (que ahora están entre los 9 y 40 años).
Lobo montó una cantina y también tenía una gallera, con eso se ganaba el sustento. Sus problemas empezaron en junio del 2001, cuando fue capturado por la muerte de un hombre al que encapuchados sacaron de un establecimiento y luego apareció muerto.
Los parientes del antioqueño dicen que por ello estuvo preso entre el 7 de junio y el 27 de julio del 2001. “Lo capturaron porque un testigo dijo que la voz de Eugenio se le parecía a la de uno de los encapuchados, pero un mes después el fiscal lo dejó en libertad porque consideró que esa no era una prueba”, indicó Olga Patricia Sánchez, abogada del proyecto Inocencia, que hace parte del consultorio jurídico de la Universidad Manuela Beltrán de Bogotá, que lleva el caso de Lobo Galé.
Eugenio retomó su vida, pero antes de que recobrara su libertad, según aseguran sus familiares, había ocurrido el asesinato por el que fue condenado.
El 21 de julio del 2001 mataron a Arnoldo Peñaranda Paz en una discoteca en Cartagena. Las autoridades empezaron a indagar el hecho y a buscar a los responsables.
“A raíz del caso por el que fue capturado Eugenio en el 2001, por el que luego se demostró que era inocente, su foto salió publicada en el diario El Universal de Cartagena. Luego que mataran a Arnoldo Peñaranda, una familiar de este recortó la hoja de periódico en la que apareció Eugenio capturado y la llevó a la Fiscalía diciendo que Eugenio había sido el hombre que le había disparado a Arnoldo. La Fiscalía citó a testigos y estos confirmaron esa situación, pero creemos que esas declaraciones habrían sido viciadas”, indicó la abogada Olga Patricia Sánchez.
La investigación siguió en firme con esas declaraciones y Lobo fue condenado como ausente por el delito de homicidio agravado. Los parientes de este dicen que desconocían por completo esa investigación y que Eugenio llevó su vida normalmente, realizando todas sus labores cotidianas, hasta el 24 de febrero de 2012.
“Estando conmigo, Eugenio tuvo cuatro hijos con otra mujer. Estuvo un tiempo en Magdalena viviendo con ella y luego decidió regresar conmigo. Fue el 24 de febrero de 2012 cuando cogió un bus para regresar a Cartagena. Llegó a la Terminal de Transportes de Montería, pero cuando ya iba a salir, lo capturaron. Él no sabía por qué, pero lo internaron de inmediato en la cárcel de esa ciudad para cumplir una condena por el homicidio que ocurrió en Mandela. Él lloró mucho, se desesperaba, no entendía porqué estaba preso”, recuerda Esperanza.
La abogada Olga Patricia Sánchez señala que Eugenio es analfabeta y por eso no supo defenderse, no pudo leer los documentos que le entregaron. Los días fueron pasando y con ello vino otra carga para Esperanza. Además de quedar sola con sus nueve hijos, la mujer con la que Eugenio tuvo otros cuatro hijos, decidió que no quería hacerse cargo de los pequeños. Llevó a los cuatro a donde Esperanza y se los dejó. Desde entonces, no se supo más de ella, desapareció.
Mientras Eugenio se debatía tras las rejas, Esperanza empezó a vivir su propio drama. La falta de dinero, sus hijos pasando necesidades y la soledad hicieron que regresara a su natal Necoclí. Desde entonces vende fritos para mantener a sus hijos, que ahora son 13. “Me levanto cada día por ellos”, dice.
Los meses fueron pasando y luego los años. En el 2014 Eugenio fue cambiado de cárcel. Lo enviaron al centro penitenciario La Picaleña, en Ibagué, aún más lejos de su familia. En ese mismo año conoció a otro reo con el que entabló una amistad. Fue este, al escuchar lo que decía, quien presentó un derecho de petición para que revisaran el caso de Eugenio, pero se lo negaron porque el documento debía ser presentado por el mismo Eugenio.
Ese mismo año, Lobo presentó la tutela ante el Tribunal Superior de Bolívar para que su caso fuera revisado. Sin embargo, el recurso fue negado porque no cumplía con el principio de inmediatez. Porque no lo presentó con prontitud.
“Conocimos el caso a finales del 2016. Vimos que era viable y en diciembre tuvimos el proceso completo en nuestras manos. Lo que decía el señor Eugenio es que estaba preso cuando ocurrió el homicidio y ello lo comprobamos pidiendo un certificado al Inpec a través de un derecho de petición. El Inpec certificó que el señor estuvo preso entre el 7 de junio y el 27 de julio del 2001. Es decir, que no pudo cometer el asesinato porque estaba preso cuando sucedió. También obtuvimos el auto de certificación de libertad de ese año y la orden de captura. Para nosotros es claro que el señor fue condenado por un asesinato que no cometió y por eso en enero radicamos una acción de revisión ante la Sala Penal del Tribunal Superior de Bolívar. La condena contra el señor Lobo ni siquiera había sido apelada, pero esperamos que pueda obtener su libertad, que se levante la sentencia”, indicó la abogada del proyecto Inocencia.
Ahora solo se espera que el Tribunal entregue respuesta del recurso presentado, y determine si en realidad Eugenio Lobo Galé ha estado más de seis años preso por un crimen que no cometió.
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