Federico Castaño Fuentes se alistó y tras recoger las pertenencias que necesitaba para ejercer sus labores de vigilante, salió a las 3 de la tarde hacia Bosques de la Circunvalar, donde trabajaba desde hace dos años. Lo que no sabía era que la vida le diría que ese iba a ser su último día sobre la faz de la tierra.
El hombre de 67 años, salió de su casa en el callejón Victoria, del sector San Pedro en Torices y se subió a un bus de San José de Los Campanos, como acostumbraba a hacer cuando iba a su trabajo. Luego de casi dos horas de viaje, debía caminar por un atajo que lo conducía hasta el sitio que cuidaba, por lo que le pagaban unos 800 mil pesos mensualmente.
Una vez instalado en el sitio, se dispuso a prestar guardia tras recibir turno de uno de sus compañeros. Todo transcurría normal, pero entre más se ocultaba el sol, más se acercaba la muerte.
A lo lejos, dos hombres en moto observaban cautelosamente los movimientos del vigilante. La señal para los individuos llegó cuando el reloj marcó las 8:30 de la noche de ese sábado (10 de noviembre). Fue entonces cuando se acercaron en la moto hasta donde estaba Federico y tras desenfundar un arma de fuego, le propinaron dos balazos en el pecho.
Los hombres escaparon de inmediato, mientras que Castaño agonizaba en el suelo. El dueño de la casa que usan para guardar los elementos fue quien lo auxilió. Lo subió a un carro particular y lo llevó a la Clínica Madre Bernarda, pero al llegar sufrió tres paros cardíacos.
Fatídica llamada
Una llamada a su celular bastó para que el hijo de Federico dejara sus quehaceres y fuera al centro asistencial. Pero al llegar se topó con la mala y triste noticia de que su papá había fallecido.
En ese momento las dudas inundaron la cabeza del joven, quien no tenía idea de por qué asesinaron a su papá. Los parientes de la víctima, como esta no tenía problemas, no entendían el porqué del asesinato.
Pero eso cambió el jueves pasado, a las 6 de la mañana. Como si se tratara de un déjà vu, el hijo de Federico fue hasta Bosques de la Circunvalar tras ser solicitado por las autoridades, al conocerse que habían matado a tiros a Alberto García Sepúlveda, el otro vigilante del mismo terreno, quien era amigo de su padre. El joven dio su declaración.
Este homicidio recaló en lo más profundo de la mente de Federico hijo, quien espera que se esclarezca si a su padre lo mataron o no por un lío por el terreno que cuidaba.
Finalmente, el joven manifestó que todo lo deja en manos de la justicia. En total eran cinco personas las que velaban por el terreno en donde mataron a García Sepúlveda y a Castaño Fuentes.
“Supongo que por el temor a que les pase algo, las otras personas que cuidaban en el terreno no van a volver a ese lugar. Eso es entendible, porque nadie quiere que le pase algo malo”, expresó el joven. Las autoridades aún no se pronuncian ante los dos asesinatos.
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