Dalmiro José Castro Mendoza solo tenía 13 años cuando le tocó vivir la muerte de su hermano mayor, de su hermano del alma y con quien compartía a diario. Luis Enrique Mendoza Julio, de 19 años, pertenecía a la pandilla ‘los Candelos’ y fue asesinado de un balazo en el pecho el 11 de mayo de 2014, por parte de miembros de la pandilla ‘los de La 18’, de La Esperanza. Hasta ese momento, dicen sus padres, Dalmiro José era un adolescente sano y alegre, “de su casa”. Pero el crimen de su hermano desató en él sentimientos oscuros. Se llenó de ira y sed de venganza.
“Estaba resentido y decía que tenía que cobrar la muerte de su hermano”, confesó Dalmiro Castro, su padre, quien lo aconsejaba para que no estuviera metido en las mismas peleas entre jóvenes de barriada, que terminaron llevándole la mala hora a Luis Enrique, el mayor de sus cuatro hijos con Luz Dary Mendoza Julio. Pero pudo más el rencor que el adolescente guardaba en su corazón.
No hizo caso a los consejos de sus padres y empezó a participar en peleas, pese a que en varias ocasiones estos quisieron internarlo en fundaciones, para sacarlo del mundo de las pandillas. Pasaron tres años y todos los esfuerzos de sus familiares cayeron en saco roto, explica Dalmiro padre.
“Decía que no iba a descansar hasta matar a algún miembro de la pandilla que mató a su hermano, y lo hizo”, dice entre lágrimas su progenitor. Mató, pero fue víctima del macabro ciclo de los líos de pandillas: le pagaron con la misma moneda.
El principio del fin
Dalmiro padre, quien es comerciante en el Mercado de Bazurto, explicó que el martes de la semana pasada, poco antes de las 7 a. m., estaba en la plaza pública cuando un amigo lo llamó. Le dijo que Dalmiro junior acababa de matar a cuchilladas al joven Juan José Cuesta, en La Esperanza, en compañía de alias ‘el Ñato’, “su amigo inseparable y miembro de la pandilla ‘los Candelos’ ”.
“Dejé lo que hacía y me fui a La Candelaria. Al llegar a mi casa -en la calle Los Palenqueros- encontré a mi hijo Dalmiro montado en el techo, preparado para escapar si la Policía llegaba a buscarlo. Le dije ‘baja de ahí’, y le pedí que me contara lo que pasó. Me confesó que fue con ‘el Ñato’ a casa de Juan José y que entre los dos lo acuchillaron. A ‘el Ñato’ lo capturaron y se echó la culpa, pero mi hijo me dijo que también había acuchillado a Juan José. Le pedí que se vistiera de inmediato porque lo iba a entregar a la Policía.
Lo llevé hasta la sede de Asomenores en Zaragocilla y me dijeron que fuera a la Casa de Justicia de Canapote. Fui y allá me la pasé todo el martes pidiendo que lo encerraran porque él era uno de los culpables del asesinato. No tenía plata para mandarlo para otra parte y rogué que le dieran protección porque sabía que podían matarlo, pero no me ayudaron y me dijeron que me lo llevara para la casa, y que nos iban a llamar para llevarlo a una audiencia”, relató el progenitor del menor.
El menor estaba libre y solo tres días después sus enemigos lo sentenciaron a muerte. El viernes pasado, a las 5:30 de la tarde, Dalmiro salió y se sentó con varios amigos cerca de su casa, junto a un puente. Instantes después, dos miembros de la pandilla ‘los de La 18’, de La Esperanza, llegaron caminando al lugar. Serían alias ‘el Tranqui’ y ‘el Julio’, quienes sacaron armas de fuego y dispararon. Dalmiro recibió un balazo en la cabeza y lo llevaron a la Clínica Crecer, mientras que sus verdugos escaparon. Dos días después, el domingo a mediodía, murió.
“Yo soy comerciante y mi mujer es ama de casa. Intentamos hacer que Dalmiro recapacitara, pero no pudimos. Las malas amistades lo sonsacaban y tenía ese resentimiento por el asesinato de su hermano. Si cuando quisimos entregarlo nos hubiesen ayudado y lo hubieran internado, esto no hubiera pasado. Era un niño y se equivocó, pero merecía una oportunidad para recapacitar”, sentenció entre lágrimas el atribulado padre.
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