Sucesos


Naufragio de una historia de amor: hablan familiares de ecuatoriana

WILSON MORALES GUTIÉRREZ

26 de diciembre de 2016 12:00 AM

Fue en el 2013 cuando Carlos Marchán Romero y Marina Uzurieta se enamoraron. Ella, una jubilada de 63 años con un matrimonio fallido y dos hijos como fruto de este, decidió encontrar su felicidad con el profesor, quien está en proceso de jubilación. Quito, capital de Ecuador, su tierra natal, fue el escenario de la historia de amor.

Carlos, de 64 años, también tiene dos hijos de otra relación, pero nada de eso fue impedimento para que el vínculo se consolidara. Tanto, que los hijos de Carlos ven a Marina como su madre.

Previendo que pasarían una Navidad y un fin de año felices, Estefania Marchán, hija de Carlos y quien vive en Washington (EE.UU.), quiso premiarlos y les regaló un viaje a Colombia con todos los gastos pagos. Por desgracia, el viaje terminó convertido en “una tragedia en medio de un paraíso”, como reconoce con dolor Jaime Marchán, hermano de Carlos.

La gran ola

Los planes se hicieron una realidad este diciembre. Estefania hizo reservas en hoteles de prestigio y “escogió lo mejor” para Carlos y Marina, teniendo siempre en cuenta la seguridad. El 18 de diciembre, Estefania llegó a Cartagena con Carlos y Marina, y se hospedaron en un hotel en el Centro Histórico. Tenían pensado marcharse a Medellín el día 22 de este mismo mes para pasar Navidad, y el 27 marcharse a Ecuador, pero sus planes no se cumplieron.

Estefania dice que el miércoles pasado (21 de diciembre), llegaron al Muelle de La Bodeguita. “Íbamos a otra isla, pero nos dijeron que en la isla Gente de Mar estaban las aguas más cristalinas y por eso decidimos visitarla. Al abordar la lancha nadie nos dijo ‘ponte el chaleco salvavidas’. Estaban en los asientos pero nunca nadie se nos acercó a explicarnos cómo ponérnoslos o darnos alguna precaución o a explicarnos qué debíamos hacer en caso de alguna emergencia en el mar. Mi chaleco, por ejemplo, me quedaba muy grande y el de mi papá no le cerraba en la parte de arriba. Entre los pasajeros había una señora que llevaba un bebé y para este no había chaleco salvavidas”, relató Estefania.

A las 9:30 a.m. la lancha zarpó del muelle. Estefania dice que todo era normal y la bahía estaba tranquila, pero que al entrar a mar abierto el oleaje era fuerte. “Mi hija nos miraba porque nos estaba salpicando el agua. Marina y yo nos reíamos, pero en verdad estábamos asustados. Las veces que habíamos ido a la Costa solo caminábamos por la arena y no entrábamos al mar por miedo”, recuerda Carlos Marchán. Por ello, Carlos le pidió a Marina que cambiara de posición, para que no le cayera el agua de mar en el rostro. “Íbamos en el medio de la lancha y yo siempre la tenía tomada de la mano, pero, por la posición en la que se puso, la tenía a mis espaldas y no podía agarrarla”, explicó Carlos.

Unos 45 minutos después de empezado el viaje, entre isla Periquito e Isla Grande, pasó lo peor.

La hija de Carlos dice que el bote se detuvo (las indagaciones de la Armada dejan ver que habría sufrido una falla en los motores). “Yo me preocupé porque el agua empezó a entrar en el bote y mi bolso se mojaba. Pensé en que mi celular se podía dañar, porque no sabía que algo peor iba ocurrir. El agua empezó a entrar más y más, pero nunca el piloto ni el copiloto pidieron ayuda. Tampoco nos pidieron que evacuáramos el bote. Miré a mis padres y luego vi que venía una ola grande y no me di cuenta en qué momento pasó todo. Cuando vi fue que estaba en el agua”, relata Estefania. “Lo que recuerdo cuando estaba en el bote es que el agua se metía y nos daba a los tobillos. No sé lo que pasó con Marina. Cuando me vi fue en el agua y ella no estaba. Yo empecé a gritar, a llamarla descontroladamente”, cuenta Carlos, quien entró en shock porque, aunque tenía el chaleco salvavidas, no sabe nadar.

Su hija le pedía que se calmara y que moviera las piernas. “Aunque dicen que no se hallaron chalecos salvavidas, yo vi uno flotando en el agua tras el accidente, pero no sé si era el de Marina que se le soltó, o de otra persona. También vi gritando a la señora que tenía al bebé, que se salvó porque nunca lo soltó. Duramos unos diez minutos en el agua y luego vinieron lanchas turísticas y privadas y nos sacaron del mar. Vi cuando la parte trasera del bote se hundía y al capitán en el agua. Nos fuimos del lugar porque nos decían que a Marina la habían sacado y se la habían llevado en otra lancha”, recuerda Estefania.

Pero no fue así, luego de hacer varias revisiones, se constató que la mujer estaba desaparecida. La hipótesis más fuerte deja ver que de alguna forma quedó atada al bote, que permanece en las profundidades del mar (la zona donde pasó el suceso tiene 60 metros de profundidad). Pese a todos los esfuerzos de la Armada, la nave aún no ha sido ubicada y se cree que podría obedecer a que ha sido arrastrada por corrientes. “Las autoridades nos han apoyado y la Armada siempre nos mantiene informados de todo lo que se hace. Nos dicen que ya tienen equipos para que buzos puedan llegar al bote, pero no han podido ubicarlo. Ayer -sábado- tuvimos una reunión con la Armada y representantes de la empresa Gente de Mar, propietaria del bote. Algo que nos dijeron es que la empresa mandó a unos buzos a la zona por su cuenta, pero no pudieron encontrar el bote. Ayer -sábado- la búsqueda aérea se suspendió y pedimos a las autoridades que no la acaben ya que es vital para encontrar a Marina. Las lanchas de la Armada no pueden entrar a puntos donde hay mangles y ciertos sectores, pero desde el aire estos puntos sí son visibles. La empresa Gente de Mar indicó que va a prestar lanchas pequeñas que sí pueden entrar en estos puntos”, indicó la hija de Carlos.

“Estamos evaluando los hechos, y no descartamos la posibilidad de iniciar acciones penales. Actualmente la Capitanía de Puerto realiza una investigación jurisdiccional para determinar la responsabilidad del siniestro”, reveló el abogado penalista Enrique Del Río González, apoderado de la familia de Marina. Mientras siguen las labores de búsqueda para hallar a la ecuatoriana desaparecida, sus familiares permanecerán en Cartagena. Carlos está destrozado y no para de llorar la tragedia de su amada, pero aunque sabe que necesita descansar y del apoyo de los suyos, se quedará en La Heroica todo el tiempo que sea necesario.

“Es muy difícil todo esto. Vivimos una tragedia en medio de una ciudad hermosa, de un paraíso, y en una fecha especial”, dijo Jaime Marchán, cuñado de Marina.

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