A Armando Díaz Machado solía vérsele a diario en la entrada de su confitería y heladería, que está en la carrera 100B del barrio San José de los Campanos.
Vecinos dicen que siempre lo acompañaban su mujer y una hija, y que vivía a pocas cuadras de su negocio, en una casa alquilada. Para el comerciante, todo parecía ir bien, hasta que ayer en la mañana un pistolero llevó el dolor y el luto a su familia.
Díaz Machado, de 36 años, fue baleado mientras estaba solo en la puerta de su negocio. Quién y por qué lo agredió, es lo que tratan de resolver las autoridades.
Testigos contaron que la víctima llegó ayer a su negocio en la mañana y empezó a atender a los clientes que llegaban. Cerca de las 11 de la mañana, salió un rato a la puerta del local.
Ese fue el momento que aprovecharon sus verdugos para asesinarlo. Dos sujetos en una moto marca Boxer, de color verde, pasaron por el sitio. Analizaron al comerciante y luego se devolvieron.
Dicen que el parrillero era un hombre joven que vestía un suéter con una bermuda, y que además calzaba unas chancletas. El joven bajó de la moto, se acercó a la entrada del negocio, donde estaba parado Armando, y sin vacilar, casi a quemarropa, le dio cuatro balazos. El agresor corrió a donde su compinche, quien lo esperaba con la moto encendida. Los dos delincuentes huyeron, mientras que vecinos del sector fueron a socorrer al herido.
En un desesperado intento por salvarle la vida, lo montaron en la parrilla de un motocarro, vehículo utilizado para transportar materiales en una ferretería que está frente a la confitería donde ocurrió el ataque.
En el motocarro lo llevaron a la Clínica Madre Bernarda, donde los médicos de turno confirmaron lo peor: llegó sin signos vitales. Los cuatro balazos que Armando Díaz recibió en distintas partes, le causaron una muerte casi en el acto.
Sin amenazas
El agresor del comerciante y su compinche pudieron escapar, pese a los operativos que realizaron miembros de la Policía Metropolitana de Cartagena en la zona. Hasta ayer se desconocían los móviles del crimen del comerciante.
La compañera sentimental de Armando y una hija de este aseguraron que no le conocían problemas ni amenazas. “No entendemos qué fue lo que pasó, no entendemos por qué razón lo mataron. Armando era un buen hombre, trabajador. De su casa salía para la confitería y luego del negocio para la casa. También asistía a una iglesia cristiana desde hace seis años. Era un hombre responsable y sin problemas”, relató la compañera sentimental de Armando.
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