El siguiente es el testimonio de una de las víctimas que por razones de seguridad pidió la reserva de su identidad.
Eran las 7:30 p. m. del sábado cuando salgo del trabajo rumbo a mi casa. Cinco minutos después tomo mi transporte y como de costumbre me siento en un puesto a lado de una ventana para ir “viendo lejos” mientras pasa mi largo viaje. Una hora o hora y media si hay bastante tráfico en la ciudad.
Todo transcurría ‘normal’, el sparring en más de 10 oportunidades gritó Avenida-Ternera-San José. Mientras algunos pasajeros subían, otros pedían la parada y él remataba diciendo “aguántalo o tenga la parada”.
EL MOMENTO INESPERADO
Justo dos minutos después de pasar el CAI de María Auxiliadora y casi a la altura del Barrio España, esa tranquilidad con la que los pasajeros pensábamos llegar a casa se vio interrumpida.
Dos hombres, haciéndose por pasajeros, se pusieron en pie, uno de ellos, de la pretina de su pantaloneta sacó un arma de fuego y de una gritó: “¡esto es un atraco, los celulares, la plata, den todo lo que tengan!”. En menos de 30 segundos dio dos pasos atrás y apuntando al chofer, le dijo que le entregara la plata y como este no reaccionó de inmediato a su petición, muy agresivamente lo agarró por el cuello y le dijo: “¡No te hagas matar!”.
Mientras este sujeto, de piel morena con un estatura aproximada de 1.60 intimidaba al chófer, su cómplice hurtaba el bolso de un joven que se encontraba en compañía de su novia.
El bolso le sirvió para terminar de quitar los celulares y carteras a otras personas que iban en la buseta.
Los momentos de tensión fueron creciendo porque el sujeto que tenía el revólver empezó apuntar a los pasajeros y con voz altanera volvía a repetir: “¡entreguen todo. No se hagan matar!”.
En vista de que su compinche se dirigía hacia la parte detrás de la buseta para recoger con el bolso los teléfonos y carteras, él tomó a un hombre por el cuello, lo puso de pie y le dijo: “entrégame el celular porque te jodo”, el señor con temor sacó su cartera y se la entregó. No conforme con eso el individuo revisó sus bolsillos de manera desesperada.
"DIOS NOS CUIDÓ"
La única reacción que tuve fue esconder mi celular antes de que se llevaran mi bolso, pero por fortuna no pasó. Creo que Dios me vio en ese momento y a pesar de que tenía mi bolso en las piernas los hombres no se acercaron a mí, ni a una señora de unos 70 años que iba sentada a mi lado.
“¡Apúrate, quieto todo el mundo!. Vamos, vamos”, le dijo a su compinche, el portador del arma mientras apuntaba a todas las personas y enfatizaba en “joder” a quien hiciera algún movimiento.
Cuando lograron su objetivo, los delincuentes se bajaron y caminaron hacia el Camino del Medio, tras darle una última orden al conductor: “Dale maricón, vete callao”.
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