Sucesos


"Yo soy inocente": mujer acusada de asesinar a su pareja en un motel

La mirada de Ana Margarita Rocha es apesadumbrada. Sale de su cuarto y lentamente un pariente que la trae tomada de un brazo la ayuda a sentarse en una mecedora, en el patio de su vivienda. (Lea: ¿Crimen pasional? Encuentran a hombre muerto en motel de Cartagena).

La mujer de 39 años, de contextura gruesa y tez morena, me mira con recelo. Tiene su mano derecha y antebrazo vendados.

Intento saludarla y tomar su mano izquierda, pero tarde me doy cuenta que no puedo hacerlo. Tiene varias heridas suturadas en esa extremidad, y muestra un evidente dolor. La analizo y también le veo moretones en distintas partes.

Solo unos segundos después, me dice que no quiere decir nada, que no va a hablar con un periodista luego de todo lo que se ha dicho en la prensa sobre ella, indicándome que ha sido juzgada sin ser escuchada. Asegurándome que solo una sarta de mentiras se han dicho sobre el hecho en el que terminó muerto su compañero sentimental, Javier de Jesús Martínez Martínez.

Se trata del hombre de 51 años que el viernes de la semana pasada (3 de marzo), fue hallado muerto en un motel en Las Palmeras, con varias heridas de arma blanca. (Vea también: Dan casa por cárcel a mujer que habría matado a su pareja en motel de Cartagena).

Ana estaba con él y fue capturada, por lo que hoy está en su casa en el barrio Juan XXIII, cumpliendo la medida de prisión domiciliaria que le impuso un juez mientras se adelanta el proceso penal en su contra, ya que sospechan que podría tener algo que ver con la muerte. Pero Ana asegura que es inocente, que jamás habría podido hacerle daño al hombre que dice haber amado de forma incansable.

“Antes no pudimos hacer contacto con usted, pero este es el momento para que hable y cuente su historia. Es importante que tenga la oportunidad de hablar”, le digo.

Entonces, cambia su mirada, se torna triste y las lágrimas empiezan a correr por sus mejillas. Se queda callada. Me dice que desde que ocurrió la tragedia toma tranquilizantes y no quiere cambiarse de vestido, pero que ahora está con ropa limpia y bañada porque sabía que vendría a verla.

Ha accedido a contar su historia a este periodista, y entonces comienza su relato.

Así se conocieron

Yo conocí a Javier hace muchos años porque era cliente mío en el negocio que tengo en mi casa-venta de minutos-. Me separé hace siete años y entonces él empezó a frecuentar mi casa, como amigos. Mantuvimos una amistad y luego él se me declaró, y nuestra relación demoró cuatro años. No vivíamos juntos, pero yo iba a su casa, él venía a la mía. Salíamos todos los días y nos llamábamos.

Dijeron que nos separamos, pero no fue así. Duramos distanciados once días, pero hasta ahí. Lo conocí y era otra versión de él, porque no conocía cómo era antes. Una de sus hijas estudiaba conmigo en el Sena y me decía que su papá era mujeriego y que había cometido muchas infidelidades, que me había ganado un ‘paquete chileno’.

Ahí fue cuando empecé a tener problemas con él, porque yo con él era feliz en todos los aspectos. Hoy me duelen las acusaciones de su hija y recuerdo que me abrió los ojos de lo que era su papá, eso influyó en que cambiara con él. Yo tenía buenas relaciones con su hija entonces. Javier me decía ‘Margaret mi pasado es mi pasado, y me avergüenzo de ello, con eso perdí el respeto de mis hijas y el de mi familia, ante mi mujer, viví con dos mujeres y tuve muchas infidelidades, pero no tengas en cuenta mi pasado, sino mi presente que es contigo’.

La mamá de Javier también venía casi todos los días a mi casa y almorzaba acá, él le pagaba el almuerzo y yo la acompañaba a coger citas y a ir a cobrar al banco, él confiaba en mí.

El 3 de marzo me levanté temprano e hice todos mis quehaceres. Llamé a la mamá de Javier a las 7:30 de la mañana y ella bajó a mi casa. Nos fuimos a cobrar al banco y a las 9:30 ya estábamos en su casa, en Nuevo Paraguay. Allá estaba Javier desayunando y hablamos normalmente. Me dijo ‘anoche te iba a llamar y se me descargó el teléfono’. Luego, se fue a almorzar y me vine a mi casa a cocinar.

Después la mamá bajó, almorzó y nos fuimos al Centro al cardiólogo, hasta las 5 p. m. que nos desocupamos. La embarqué en el taxi y me quedé en el Centro buscando cosas para mi negocio de celulares.

Cogí una moto y cerca de las 7 de la noche llegué a la empresa en que trabajaba a buscarlo. Sus compañeros me conocían porque siempre me veían con él, le fui a mostrar las cosas que le mandó el médico a la mamá. Me dijo ‘¿dónde estabas tú?’, en el Centro le respondí. ‘Uy, y es que estás bonita, tú crees que la gente es marica’, me decía, insinuándome que había salido con otro hombre y que me hacía la boba. Decía que las mujeres eran malas, que eran cachonas y en la empresa decían que él sí hablaba de las mujeres. Él era muy controlador conmigo y celoso, hasta me escogía la ropa que compraba.

Luego de estar en su trabajo, me vine a mi casa. A las 8 de la noche me llamó y me dijo ‘creí que te habías demorado con esa pinta que tenías’. Esas eran muestras de celos, pero con el tono de sonrisa, siempre me decía cosas así. Me colgó y a las 9 me volvió a llamar y me dijo que saliéramos.

Le expliqué que era tarde, pero me dijo que eso no le importaba. Luego volvió a llamarme, y me dijo ‘qué te me dormiste, así te dejaron tan cansada’. Le pedí que dejara la maricada. Él sabía cómo conquistarme y me habló y me convenció. Cogí el taxi y me quedé en la esquina de su casa y lo recogí.

La llegada al motel

Nos fuimos al motel Paraíso del Conde y llegamos a las 10:20 de la noche. Cuando el taxi estaba en la entrada, él le pidió a una trabajadora del lugar que le diera una habitación sencilla, pero las del fondo. La muchacha le preguntó que si íbamos de amanecida, y él le contestó que eso no le importaba.

Yo lo notaba distinto, seco y como desesperado, no era él mismo. Entramos a la habitación y pedimos dos cervezas. La muchacha del motel volvió a llegar y preguntó que qué queríamos, pero Javier contestó de forma grosera, dijo que nada. Él no era así, porque siempre era juguetón y mamaba gallo, tenía una personalidad extrovertida, y ese día estaba disperso y en una actitud que nunca le había visto.

Tuvimos relaciones sexuales, pero lo noté desesperado, lo noté seco y con desespero por terminar. Al terminar, se puso a un lado y cuando lo fui a abrazar se quitó. Y cuando lo fui a abrazar me dijo ‘espera, crees que soy pendejo, tú me quieres dejar después de todo lo que hemos vivido, de lo que me has aguantado’. Le contesté que todo el tiempo no íbamos a estar así: todo el mundo me dice cosas y siempre me controlas hasta la ropa. Como tú eres infiel, crees que  todas las mujeres son así.

Le pedí que dejara eso y me dijo que me iba a ir con otro. Ahí se levantó, me tiró en la cama y me puso una almohada en la cabeza. Lo empujé y se cayó, se golpeó la cara y se hizo una herida. Se levantó y sacó de su ropa una navaja. Esa navaja se la vi un día en su casa porque decía que en Las Lomas -un barrio contiguo al suyo- había muchos faltones.

Me dijo que si no era para él, no era para otro, y que no lo iba a dejar como sus otras mujeres. Me tiró y me tapé con las manos y me hirió con la navaja. Me volvió a tirar y me decía que me quería, pero que yo sabía lo que él había vivido y que sus hijas le habían perdido el respeto. Me seguía tirando con la navaja. Corrí y toqué duro la puerta y traté de coger el teléfono. Cuando me apoyé en el minicomponente, se puso algo duro y él se cayó. Con mi sangre él se resbaló.

La muchacha del motel empezó a llamar y él me agarró el cuello, abrazándome por la espalda. Me dijo que contestara que íbamos a estar allí dos horas más y eso hice, mientras me tenía el cuchillo enterrado en el muslo de la pierna izquierda. La trabajadora del motel me preguntó ‘¿y el muchacho?’, le dije aquí está. ‘Asómate’, yo le contesté que él no se iba a asomar, que no podía en ese momento. Ella me dijo ‘bueno si algo me avisa’. Cuando la muchacha se fue, me dio otras dos puñaladas en la pierna izquierda, mientras me tenía abrazada por la espalda.

Le decía mi amor por qué, discúlpame pero ya no más, por qué actúas así. Él me decía ‘ustedes las mujeres son cachonas y zorras, tú tenías que estar con otro’. Corrí y me tiré a la cama y me dio una en la pantorrilla, cuando yo intentaba coger el teléfono. Javier se ensució con la sangre mía y empecé a gritar y pedir ayuda.

La muchacha vino y le dije que me estaba matando. Grité ‘la Policía’, y él me decía ‘perdóname, yo no quería hacerte eso’, y empezó a darse como golpes en el pecho -se daba puñaladas-. Yo no veía bien porque la luz era tenue. Pero se golpeaba en el pecho. Yo le decía a la muchacha ‘abre que él se está muriendo’, ella me contestó que no podía abrir porque tenía que esperar a la Policía.

Él estaba en el piso y yo lo veía que se estaba dando. Me preguntaba que qué pasaba y ya no estaba agresivo. Me orinaba y trataba de agarrarlo y gritaba que me ayudaran, pero no me abrían la puerta. Yo corría de un lado a otro, llena de sangre y gritaba. Quería ayudarlo, empezó a apuñalarse y yo me pegaba a la puerta pidiendo ayuda.

Abrieron la puerta y llegaron los policías. Me dijeron ‘mija tú qué hiciste’, y yo le dije que me estaba matando, creía en ese momento que solo se trataba de un mal sueño, que no era realidad. Estaba desnuda, igual que él. Los policías me decían que me cambiara pero en medio del desespero no estaba pendiente a eso.

Un policía me ayudó a vestir porque no sentía las manos. Una muchacha me puso el pantalón y el policía me pedía documentos. Pidieron una ambulancia y los policías me ayudaron y me llevaron a la Clínica Madre Bernarda. Tengo catorce heridas, y las que sufrí en la mano derecha me afectaron dos tendones. Tengo heridas en el seno, las piernas, las manos y los brazos.

El médico me dijo ‘por estas heridas, tú hubieses sido la muerta’. Ese mismo día en la tarde me llevaron a audiencia y no acepté cargos, pero el juez me dio casa por cárcel.

Muchos me han señalado, pero nadie vivió lo que yo viví. He tratado de explicárselo a sus familiares. Soy inocente y lo voy a demostrar.

Lo que dice su abogado

En la audiencia de Garantías, Ana tuvo un defensor público. Sin embargo, su defensa ahora la asumió el abogado penalista Hugo Guzmán Fonseca. El jurista indicó que a la mujer le imputaron el delito de homicidio agravado y le dieron prisión domiciliaria por las 14 heridas que tiene y porque ha presentado fiebre.

“Solicité que sea llevada a Medicina Legal para un examen psicológico para generalizar rasgos de la imputada. Igual, el médico forense determinará las lesiones que sufrió la víctima el día de los hechos, para que determine el posible elemento causal y si las lesiones generan secuelas, y en caso de ser positivo determinar si son transitorias o permanentes. Qué órganos afectan, y determinar si ella estuvo en riesgo de muerte. Además, solicité que se le haga un interrogatorio a Ana ante la Fiscalía 33, para que la imputada se manifieste sobre los hechos, pues no se tuvo en cuenta su testimonio”, indicó Guzmán Fonseca.

 

Se ha producido un error al procesar la plantilla.
Invocation of method 'get' in  class [Ljava.lang.String; threw exception java.lang.ArrayIndexOutOfBoundsException at VM_global_iter.vm[line 2204, column 56]
1##----TEMPLATE-EU-01-V-LDJSON----
 
2   
 
3#printArticleJsonLd()
 

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS