Álvaro Delgado, memoria festiva

Entre los procesos que ha desencadenado la organización de las Fiestas de la Independencia sobresalen: el Reinado Popular y El desfile de la Independencia.
Son eventos que han crecido y contribuido al rescate de tradiciones de nuestra ciudad, que por años estuvieron extraviadas. Para nadie pasa desapercibido cómo el reinado agrupa a bellas muchachas de las entrañas de nuestros barrios populares que, además de representar dignamente su propio entorno, por su intermedio acceden a oportunidades laborales muy valiosas.
En cuanto al desfile, es la plataforma que ha facilitado la presentación ante espectadores de la ciudad y foráneos que los miran encantados de danzas, bailes y disfraces, que poco a poco habían caído en el olvido. Cada vez es mayor la participación de jóvenes y niños; los colegios organizan bandos y banditos en los que resalta el colorido, la valoración de lo propio y el deseo de expresar la alegría que nos caracteriza. No ha sido fácil. Se ha logrado mucho. Falta mucho por hacer. Tras las expresiones del desfile y el reinado, que resaltan con mayor fortaleza, se ha tejido otro mundo menos evidente pero igualmente importante: el de los hacedores de disfraces, los talladores de máscaras, los maquilladores artísticos y, especialmente, el del fotógrafo que registra los pormenores de las fiestas, las interioridades de los desfiles y la transformación de las candidatas en el breve tiempo que va desde cuando se inician los preparativos del reinado, hasta cuando se muestran al público cual mariposas glamorosas.
Álvaro Delgado es uno de ellos. Desde hace seis años toma las fotografías del proceso de crecimiento personal, confianza en lo que representan y seguridad que adquieren las candidatas de los barrios. Registra con su lente los bailes y presentaciones en que participan, hasta la noche de coronación. Otro tanto hace con el desfile novembrino, procura que no se le escape ningún gesto, ninguna sonrisa, ninguna risa estridente y, mucho menos, los colores que explotan al calor de la música y los bailes de las comparsas. Álvaro toma miles de fotos y la organiza juiciosamente para que no se pierda esa memoria, las cataloga y entrega al Instituto de Patrimonio y Cultura para su custodia y conservación. La importancia testimonial de su registro sobrepasa el mero hecho de capturar las imágenes, lentamente se ha convertido en columna de la preservación cultural de nuestras expresiones festivas.
Al repasarlas puede constatarse que los disfraces tradicionales no se han perdido, que han aparecido nuevos, que el pueblo deja de lado su rutina diaria para dejar volar su imaginación, que la alegría se expresa sin riendas, que las rivalidades entre comitivas se resuelven a golpes de entusiasmo, a gritos de apoyo a su candidata, a explosiones de color y creatividad. Que un capuchón con la bandera cuadrilonga es muestra de orgullo por lo propio. El registro fotográfico de Álvaro es página infaltable de la historia detrás de la historia, es pilar de la construcción de la memoria cartagenera. Él lo sabe y por eso se esmera tanto en sus testimonios.