Revista dominical


Bipolaridad y creación

GLENDA VERGARA ESTARITA

17 de junio de 2012 12:01 AM

Balzac, Graham  Greene,  Fitzgerald, Dickens, Henri James, Zola, y muchos otros en literatura; Churchil en política, Napoleón, entre otros, padecieron esta enfermedad.
Maniaco depresión se le decía a finales del siglo XIX y principios del XX a una patología mental cuya característica predominante era el tránsito anormal de un estado de ánimo a otro.
Con el tiempo la psiquiatría prefirió denominarle Trastorno Bipolar Afectivo y si en cierta época se desconocía su causa, hoy en día la ciencia moderna tiene plenamente establecido que la enfermedad es  de naturaleza biológica, de procedencia genética, y que se produce por la alteración de algunos neurotransmisores cerebrales como la noradrenalina, la serotonina y la aceticolina, responsables directos del equilibrio del humor. La diferencia con la depresión unipolar, como su adjetivo lo indica, es porque en esta solo hay el componente de descenso del ánimo y no presenta brotes de manía, que es justamente lo contrario. Para que se diagnostique  Trastorno Bipolar debe existir esa dualidad: periodos cortos o largos de depresión que se alternan con los de manía, o bien pueden presentarse episodios mixtos que coexistan al mismo tiempo.
La bipolaridad tiene diversos niveles, desde el que se conoce como ciclotimia, una leve manifestación de cambios de humor repentinos, hasta Trastorno Bipolar 2 que se presenta con depresión mayor pero con una fase de hipomanía que es la exaltación del ánimo, hiperactividad, conducta infatigable, poca o nula necesidad de dormir, promiscuidad sexual,  que también son componentes de la Bipolaridad tipo 1 donde en cambio hay hipermanía, es decir, con todas las anteriores características más acentuadas y acompañadas de crisis sicóticas, alucinaciones, delirios, una velocidad del pensamiento imparable, concentración nula, y verborrea con palabras atropelladas.
El gran número de personajes destacados que padecieron y padecen la enfermedad ha hecho  conjeturar que ésta esté ligada a personalidades de inteligencia superior y mentes creadoras. El argumento es que durante una etapa de manía  se pueden manifestar ideas inusuales y esquemas de pensamiento  altamente brillantes que pueden relacionar la creatividad con el trastorno bipolar.  Virginia Woolf, la inglesa sobresaliente de la narrativa moderna, aquejada por la bipolaridad, parece, sin saberlo, haberlo definido en la siguiente confesión: “He estado leyendo a Faber sobre Newman, he comparado su relato de una depresión nerviosa…;..¿Esto es lo que a mí me sucede? No exactamente. Pues yo no me estoy evadiendo de nada. No. Creo que el esfuerzo de vivir en dos esferas, la novela y la vida, es una tensión…;”. ¿Será que con esta reflexión la autora indica que la novela era el resultado de su lado maniaco y eufórico porque su literatura era júbilo, y la vida, al contrario, equivalía al contraste de la depresión, lo que finalmente le condujo al suicidio? 
Vincent Van Gogh, gran maestro de la pintura universal, mutiló su oreja izquierda en un gesto inicial de trastorno depresivo que él mismo quiso afrontar recluyéndose por voluntad propia en una clínica para enfermos mentales donde desarrolló alrededor de 500 obras, influenciado por un estado frenético de creación. “No olvidemos que las pequeñas emociones son los capitanes de nuestras vidas y las obedecemos sin siquiera darnos cuenta”, llegó a  afirmar.
Los hombres me han llamado loco; pero aún no está determinada la cuestión de si la locura es o no la más excelsa inteligencia, si mucho de lo que es gloria, si todo aquello que es profundo, no brota de la enfermedad del pensamiento, de modos de pensar exaltados respecto del intelecto general. Aquellos que sueñan de día son conocedores de muchas cosas que se les escapan a los que únicamente sueñan de noche."  Quien así se expresó fue Edgar Allan Poe, autor magistral del terror que murió a los 40 años a causa del abuso del alcohol  con el que quiso sobrellevar el pesado tormento de su angustia mental.
La poeta  confesional americana Sylvia Plath murió a los 30 años de edad, introduciendo la cabeza en el horno de su estufa. “He estado por ahí, lúgubre, desolada, enferma. Si supero este año será la victoria más grande”, escribió en su diario en clara etapa depresiva. Un año más tarde en su poemario Ariel, en fase de manía bipolar anota: “Soy una escritora de genio; se me ha concedido el don. Estoy escribiendo los mejores poemas de mi vida, los que me harán famosa”.  Su hijo heredó su trastorno bipolar y murió  también suicidándose, como ocurrió en la familia de Ernest Hemingway, con padre y nieta suicidas, diagnosticados los tres con maniaco depresión. El autor de El viejo y el mar solía pasar de la euforia a la melancolía de manera reiterativa y enfermiza. Decía en clara alusión a lo que sentía: “Personas inteligentes, y a la vez felices, es la cosa mas rara que he visto.”      
Schumann en estado de euforia experimentaba alucinaciones auditivas  y los ruidos en su cerebro se transformaban en música extraordinaria. Decía: “está interpretada por instrumentos muy sonoros y es una música más bella que ninguna otra escuchada en la Tierra”. Y el sonido de una campana le retumbaba en el cerebro como dejó escrito en su diario: “esa nota persistente que me produce maravillosos sufrimientos...” De su psicosis maníaco depresiva surgió un proceso creativo que derivó en composiciones de magistral factura. En su caso hubo una predisposición genética teniendo en cuenta  el padecimiento nervioso de su padre y que su hermana Emile se suicidó a los dieciséis años.
León Tolstoi tenía fama de ser un autor entre hiperactivo y melancólico. En el ensayo Mi confesión habla de su depresión y la define así: “Mi vida se había detenido de golpe. Podía respirar, comer, beber, dormir. En realidad, no podía evitar hacerlo, pero no había una vida verdadera en mí”.
Balzac, Graham  Greene,  Fitzgerald, Dickens, Henri James, Zola, y muchos otros en literatura; Churchil en política, Napoleón y hasta hay quien se atreve a mencionar a Bolívar y una lista nutrida de hombres y mujeres que han trascendido ayer y hoy por su aporte al desarrollo cultural de nuestro mundo han padecido este desequilibrio químico que no es un trastorno sicológico sino una enfermedad biológica que se trata y cura con medicamentos y que ahora se contempla que sea una disparadora de la creatividad. Si algunos hubieran tenido en su tiempo los progresos de la medicina, Virginia no hubiera desesperado y se habría dado otra oportunidad cuando no tuvo más remedio que declarar: “Siento que voy a enloquecer de nuevo. Sé que esta vez no me recuperaré…;.no puedo luchar más”.
Estudios recientes demuestran que un 6% de bipolares es gente del común, mientras  que el 50%  son escritores y artistas. Entre estas figuras relevantes y mi  madre solo hay la coincidencia de esta enfermedad. Ella tuvo su primera depresión unipolar a la edad de 64 años.  Sus episodios han sido cíclicos pero solo depresivos. En la actualidad  se le diagnosticó como bipolar en fase de manía aguda. Me ha costado trabajo aceptar que a sus 84 años esta sea la conclusión médica de su mal.
La respuesta es que esta mujer que mi padre, mis hermanos, su familia, sus amistades y yo conocimos siempre como una incansable luchadora, emprendedora, cuidadora celosa de la economía doméstica, líder nata, alegre y sociable, solidaria y comprometida con las causas ajenas, responsable,  fuerte como un roble ante la adversidad, emotiva y expresiva en la conversación a veces infatigable, inteligente sin ser un genio, audaz y creativa en las duras pruebas de la sobrevivencia, capaz de haber roto uno a uno los cordones de seguridad para besarle el anillo de Juan Pablo II, haya sido toda la vida hipomaniaca sin el componente de la depresión  y solo hasta ahora se le haya revelado la crisis feroz, la que la tiene del otro lado de la realidad, que no es una zona de locura, pero si es el infierno para ella como describió la Woolf.
Ahora ya tengo claro que la depresión no es una debilidad, y que así como pude aceptar que el páncreas de mi padre dejara de producir insulina desde la edad de 28 años, también comprendo que el cerebro de mi madre tiene un desequilibrio neuroquímico que escapa al control de su voluntad.

vergaraglenda@hotmail.com

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