Revista dominical


Bola de gato

RICARDO CHICA GELIS

04 de julio de 2010 12:01 AM

A veces me imagino que a nadie parece importarle el destino de esta ciudad. Ni del mundo. ¿Cómo dormir tranquilo a sabiendas de un tubo roto en el fondo del Golfo de México derrama no se cuantos miles de galones de petróleo al día? ¿Cómo vivir tranquilo con el peso simbólico de la imagen del cadáver de una humilde señora, sentada en una silla de ruedas de caridad, a las puertas de un hospital en el barrio de Olaya? ¿No han notado por las noches, que las salamanquejas de última generación, detienen sus marchas por la pared para pegar unos alaridos aflautados y muy asustadores? Cuando yo era niño eran de silenciosa decencia y no espantaban a nadie ¿Cómo estar tranquilo frente a un mundial de fútbol tan aburrido, que parece no congregar el planeta y, aparte, con árbitros tan descuidados que pitan goles inexistentes y desconocen los existentes? Mi apuesta es que nos salvan los comerciales. Las torpezas geniales del periodista que se comunica con Ricardo Jorge. La unión de países que no fueron al mundial, en especial, el del pelaíto chino que pega un estúpido grito porque le hace falta la estampita de Rodallega. El mono cuco gringo con su avena y su pitillo. El hipopótamo costeño que se llama Pipo, pero, le dicen Pipa. El zócalo de la ciudad de México donde la gente juega un partido de fútbol, por cuenta de MasterCard. El sujeto que boletea a su mejor amigo en público y delante de la novia, para dar cuenta de un mensaje chantajista de la DIAN. El comercial de Pepsi donde el público hace una cancha humana que se mueve a conveniencia, para que las grandes estrellas del fútbol no marquen un gol. El comercial de Coca Cola, que no es tan bueno como el de los mundiales anteriores. El del joven que revienta a balonazos un espantoso grano en la cara de su amigo. El cómodo y exclusivista comercial de Direct TV, que es como estar en primera fila. El pésimo comercial de Noxpirín donde pegan unos estornudos hiperbólicos. Hay un comercial de Kia, todo enredado, pero al final son unos carros jugando fútbol. El cine, la televisión y la publicidad nos acostumbraron a mirar el devenir de nuestra propia vida como un relato lleno de imágenes. No me imagino en qué términos narrativos veía la vida un esclavo en la colonia, o un mulato a fines del siglo XIX en Getsemaní. Pero, nosotros somos los protagonistas de nuestra propia película con banda sonora y todo. Cuando uno está enamorado, por ejemplo, cualquier canción de la radio nos habla de ella, por ejemplo. Nuestra película acaece en uno de los escenarios más bellos del mundo: Cartagena. Al menos esa es la idea que nos quieren vender desde que estamos en el colegio, pero, la película sigue y poco a poco nos vamos dando cuenta que no es tal. Semejante película necesita unos comerciales. Y ahí es donde aparece Bola de Gato: una revista cultural baja en calorías. Una propuesta periodística Light y refrescante que sirve para mirar a otra parte, sin ningún complejo de culpa. De la mano de Juan de Dios Sánchez Jurado, la revista ve la luz de esta ínclita ciudad cada vez que puede. No obstante, Bola de Gato es una revista sobria y sin ínfulas, ni pretensiones, ni poses intelectuales de parroquia. Bola de Gato son los comerciales necesarios para Cartagena. El horóscopo lo dictamina Oscar Wilde; mandan al diablo a Indiana Jones; dan recomendaciones para explicar un moretón en el cuello y para entregar el celular si uno está tomado; le escriben un réquiem a Harry Potter; reflexionan sobre la adicción a las palomitas de maíz; hay, también, un tratamiento de audioterapia para superar el trancón en el mercado de Bazurto. Y, su más distinguido patrocinador, es una remontadora de calzado ubicada en la plazoleta de las desaparecidas empresas públicas. Si, un buen puñado de comerciales para la vapuleada ciudad de Cartagena, por cuenta de Cabeza de Gato, a lo mejor no sirve de nada. En especial, si somos una partida de mondaos que compra doscientos pesos de manteca en la tienda. O un tubito de salsa de tomate. O una fracción de champú. Es cruel saber y conocer las cosas buenas del mundo y no poder tenerlas. Como cuando llega la Navidad y cientos de comerciales anuncian juguetes fantásticos, pero la realidad de las cosas es otra. Bola de Gato vale cinco mil pesos y la compran a través del Facebook. ricardo_chica@hotmail.com

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