Revista dominical


Cachoeira y Cartagena: Los milagros comunes

PEDRO BLAS JULIO ROMERO

11 de octubre de 2011 12:01 AM

El poeta Joao de Moraes, nos ha traído a Gustavo Tatis y a mí hasta este  Brasil de magias   con tal solidificar  el sueño  del recién fallecido poeta Damario Dacruz. Sueño de un hermanamiento entre las ciudades Cachoeira de Salvador Bahía y nuestra Cartagena de Indias en el Caribe colombiano.
Ante todo teniendo en cuenta que el poeta Joao de Moraes Filho, también es un  Oluo, desde el cual los sagrados orishas africanos suelen hablar. Este poeta en sacerdocio  de una intermitente liturgia por convocar fiestones allende de los mares a sus orishas, a su ciudad Cachoeira.
El avión de Avianca, llegó a la capital de Brasil a las diez de La noche. Y empezamos Gustavo y yo a entremezclarnos  con una Babilonia como a su vez convulsa Babel humana. Absortos con Gustavo vamos confirmando el porqué estos brasileros han de mantener ese reconocido prestigio cinematográfico, ya que estos no sobreactúan, sino que son actores naturales. Ellos son el cine.
No sé si será un sueño pero  inesperadamente nos hallábamos en la casa de Jorge Amado…;y yo como buen cartagenero escatológico de barrio bajo exclamo voy dirigiéndome a Gustavo  para exclamar:. ¡Coño..!  Esto es grande…;!   Nos encontrábamos en las calles de las novelas de Jorge Amado...hasta disponernos continuar caminando  constantemente por  empinada ladera, ya que estas ciudades son laderas del poema arriba, laderas del poema abajo enchapadas en ladrillos como si la poesía un día decidiera vestir de piedras al pudor clerical blanco sepultándole, que  desde entonces aquí en Brasil quedaría este sin respiración. Lo cual aprovecha Badiño, para su sabroso calvario empedrado  de incontables días de lascivia y ron cayendo muerto aquel Badiño, a continuar su eterno asentamiento por entre las calientes humadas de doña Flor.
Menester contemplar la  enorme, enormísima  laguna consagrada en pleno centro de Salvador Bahía a los sacrosantos orishas africanos...imponentes moles por toda la orillla así como al interior de la misma. Siendo lo anterior como una bofetada a los padecedores del complejo de inferioridad  con las Europas, que de la anterior forma van enarbolándose en dignidad como en sentido de pertenecía indígenas y negros con respecto a los fervorosos cultos por sus deidades.
Aquí uno considera necesario morirse persistiendo en el convite, el amor las libaciones, pero eso si cogiendo por la calle del primer poeta negro de Brasil Gregorio de Matos, a terminar regando ron a lapidas de osarios de negros en la iglesia de los negros.
Del aeropuerto de Salvador Bahía, continuamos por el túnel del frondoso bambú, sembrado allí para la virgen negra Oyá, madre de los niños Ibyii o gemelos sincretizados en el catolicismo como Damian y Cosme, siendo a estos a quienes se les tributa el festival internacional de poesía Carurú, con una fiesta de comida y dulces para los niños, donde un niño de escasos doce añitos es el presentador de los poetas —y de qué manera—.
Vamos en picada abajo hacía el Valle Del paraguassú, o Agua Grande, para después subir hacía el Levada, otro río en lo más alto de los cerros, donde tienen asiento los cultos Candomblé, de nación Africana entre los cuales se halla el único como auténtico erigido al sacrosanto orisha del trueno Dios Shangó, marido de la virgen negra Oyá.
En ritmo de ladera subiéndola, ladera bajándola, vamos hacía el cementerio africano en el barrio de Negros, con su también Iglesia de los Petros. Cementerio con príncipes, princesas, reyes de África que durante la trata esclavista se les iba sepultados en el mismo.
Hasta cuando por fin las musicales laderas nos arrojan  a la deseada plaza de la Proclamación, una plaza como la de la Trinidad o de la Libertada de un Pedro Romero, de  nuestro Getsemaní. A deleitarnos aquí con  la malevolencia hembra de sus carnes de  las voluptuosas, sensuales hijas de la más picara como coqueta de todas las vírgenes orishas negras, la enloquecedora dulce Oshún, que de la cual logro hacerme acreedor  de un beso de esta por mi verso y ofrenda de fragancia de perfumes a Ella .
Estaciados permanecemos Gustavo y yo con este Parque de La Proclamación, su casa de gobierno Casa de Cámara  y Cárcel, donde similar  a los Lanceros de Gimaní, se alzaran en armas  acá en Cachoeira  un 25 de Junio de 1822, que desde entonces Cachoeira como Cartagena serán heroicos monumentos nacionales, a reafirmar el sueño de los poetas Damario y João de Moraes con estos otros hermanos. Porque La verdad sea dicha es que  vamos comprobando aquí en estas escalinatas de La Proclamación las mismas escalinatas de una primigenia roca del atrio de La Plaza de La Santísima Trinidad, Plaza del encendido grito de un Noviembre Once, o “Plaza de La Libertad” de Getsemaní.
Que miren ustedes a una Cachoeira con una también India Catharaina Paruassú, casándose con un portugués Diego Álvarez Correia o Caramuru (que significa Pau de Fogo-o palo de fuego).
Cartagena y Cachoeira contando durante sus levantamientos con un tamborero negro, el de Cachoeira llamarse Tambó Soledade y el de Cartagena también negro Juan Mora.
Sin quedarse atrás un barrio Getsemaní, con su doble acá en Cachoeira, llamándose “El Puerto”, por donde ingresaron los africanos esclavizados, que de esta forma el Getsemaní de Cachoeira, va sumándose al Getsemaní Matuna del principal como primer  avance de apalancados o Quilombos en el nuevo mundo. Un Getsemaní como lo habíamos dicho arriba, con  sus mismas escalinatas de piedra con tal subir a encontrarnos de  entrañable hermanamiento.
Los dos poetas Joao y Damario, sus rostros de niños sin salir de la perplejidad comprobando como en La Ruta Del Esclavo de La Unesco, estos han palpado de que en la primera leva de esclavos saliendo a la par del  Este africano costas de Tanzania, archipiélago de Zanzíbar, llegan simultáneamente a los puertos de Cartagena y Cachoeira.
Yo estoy viendo la filarmónica de niños de las ciudades Cachoeira y Cartagena, en un solo coro anhelante bajo las estrellas estrechando hermanamiento de las mismas. Y dado que la utopía viene a ser la praxis de los poetas, ya se ha empezado con una fiesta de niños inaugurando el Festival Internacional Carurú, de poesía en Cachoeira Brasil, donde el presentador de los poetas ES –repetimos---un niño. Festival donde se reparte la comida Carurú, de los niños gemelos de la religión africana, los Ibeyi, hijos de La virgen dueña de los cementerios. Unos Ibeyi, sincretizados en San Cosme y San Damian, para que una multitudinaria inauguración de poesía vaya reafirmando hermanamiento entre las dos ciudades. Festival donde se acercan personas regalando libros de toda índole a los asistentes con el lema: de que a Latinoamérica hay que salvarla con la lectura. Entonces aquí la noche va engalanándose con la Samba de Dona Valde, Samba de  Roda de  Suerdick....y aquí La vida empieza a Sambear por cumplirle aquel sueno al poeta Damario Dacruz, quien junto con su hijo en la poesía el poeta Joao de Moraes Filhlo, van trazándose esta meta donde pronto  ha de ser el de Cartagena.
Así este  Festival Carurú, para los próximos días nos conduciría  al regocijo de La exposición de las pinturas de Gustavo, quien nos ha de ir presentando la danza de sus pinceles, donde el poeta Gustavo Tatis Guerra, da la impresión como si dentro de sus texturas mantuviese un  diálogo con el  escritor de Pelurihno Jorge Amado y a  partir de un prisma envolvente por convocar otro aquellarre entre ardentía de pétalos de mujeres abiertas. De esta forma Gustavo, va cumpliendo con ese legado brasilero de la provocación  de La luz…;y  desde una flor Cartagena de Indias …;que oh paradoja descubriera en los acrílicos del poeta Gustavo Tatis,  el poeta Joao de Moraes Filho, forjador de la continuidad del sueño del poeta Damario Dacruz

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