Llevo cinco años encerrada. Cinco eternos años lejos de todo. Lejos de lo que más amo: mi mamá y mis dos hijos.
Mucho gusto, me llamo Paola Maldonado Gutiérrez. Tengo 35 años y recuerdo bien el día que comenzó esto. Jamás lo olvidaré.
Era el año 2011. Ese 30 de octubre había elecciones locales y Cartagena enloqueció por Campo Elías Teherán. Al fin y al cabo él ganó la Alcaldía sobrado. Voté en el Colegio Ciudad de Sincelejo —en Olaya— y ahí mismo me capturaron. No entendía nada. No tenía ni idea de la orden de captura por proxenetismo y pornografía infantil en mi contra. Míreme. Me condenaron a 18 años y soy inocente. Lo que pasa es que un día te acuestas y no sabes lo que te va a pasar mañana, pero ya no quiero hablar de eso. No ahora.
Cinco diciembres encerrada. Cinco 31 de diciembre aquí, en la Cárcel de San Diego. Difícil, muy difícil, aunque esta jaula no es tan mala, ¿sabe? No quiero estar aquí, pero tampoco es tan malo.
Hoy —31 de diciembre de 2015—, por ejemplo, dejaron que nos visitaran. Vino mi mamá, Miriam, con mis dos hijos, Julieth —12 años— y Randy—8—. Cuando me arrestaron los niños estaban pequeños. Al principio temía explicarles lo que pasó, pero tengo que hacerlo. Ellos saben que esto no es un colegio, es una cárcel.
Esto es una cárcel y casi siempre toca ir a nuestras celdas a las cinco de la tarde, pero diciembre es diferente. En diciembre, y más hoy, nos dejan estar afuera un par de horas más.
Diciembre es pura nostalgia.
El último 31 que estuve en libertad, el de 2010, lo pasé trabajando en un evento en el Centro. Me acuerdo que a la medianoche no pude dar el feliz año a mi familia. Estaba pendiente de la gente, que se podía escapar sin pagar la comida. El 24 sí lo pasé con los míos. Recuerdo que regalé a mis hijos una bicicleta y una tableta. Esa Navidad fue la más bonita de mi vida.
En cambio el primer 31 aquí fue el más maluco. Apenas llevaba dos meses encerrada. Fue oscuro. Doloroso. Pensaba en mi mamá. Ella lloró demasiado. Todos los santos días, todos, venía desde Olaya Herrera para traerme el almuerzo. A ella le duele lo que me está pasando, pero siempre me da fuerzas para seguir adelante. Todos los días de visita viene y todavía llora. Y cómo no llorar, si me condenaron a 18 años y soy inocente.
En Navidad y fin de año, en mi casa acostumbramos a sentarnos en la terraza y a compartir una cena. Se prepara lomo de cerdo, arroz, ensalada... me encanta la natilla y el chocolate.
Y las horas pasan. Y la ansiedad crece.
Esta noche no puedo dejar de mirar el reloj, falta poco para las 12 de la noche. Tengo una grabadora en mi celda, hay que escuchar música para pasarla bien. La emisora pone una y otra vez “faltan cinco pa’ las doce, el año va a terminar, voy corriendo pa’ mi casa a abrazar a mi mamá”—canción compuesta por Néstor Zavarce en 1963—. Una y otra vez se me parte el alma. Cuánto quisiera abrazar a mis hijos. Besarlos.
Los niños están con su abuela, en Olaya, y yo tengo miedo. En el barrio, muchas personas hacen tiros al aire y no quiero que los lastimen. ¡Dios no quiera que los alcance una bala perdida! Siento nostalgia. Sé que no hay quien abrace a mis hijos.
Gracias a Dios existen mis compañeras de celda. Son buenas. He aprendido a quererlas como familia. A ellas sí las puedo abrazar. Muchas lloran y yo intento llamar por celular a mi familia —aunque está prohibido—, pero es imposible, las líneas han colapsado. Entonces pido a Dios que los cuide y los bendiga.
Espero que éste sea el último 31 de diciembre aquí. Sé que el 2016 será el año de mi libertad. Repito: me condenaron a 18 años y no tengo plata, pero he recopilado pruebas y sé que puedo salir.
Del año nuevo espero bendiciones. Oportunidades. Cuando salga pienso trabajar por mi cuenta. No sé si me darían la oportunidad en una empresa, pero quiero hacer mi negocio. Antes de todo esto, de que me capturaran, yo me las arreglaba sola. Vendía postres y ropa.
A veces pienso que si pudiera regresar el tiempo no hubiera votado ese 30 de octubre, pero qué iba yo a saber.
Ya no hay vuelta de hoja... ahora solo me queda decirle a usted, si está preso, que aquí no acaba la vida. Uno mismo crea su cárcel y esto no es un tiempo perdido. Aquí no se acaba el mundo. Y para usted, que está libre, ¡Feliz año nuevo! Aprovéchelo.
"No es perder el tiempo"
Según el Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec), hay 117.018 presos en las 138 cárceles de Colombia. En la Cárcel de San Diego hay 160 reclusas.
Luis Zurita, director de la Cárcel de San Diego hace dos años, cuenta que en el penal solo hay espacio para 60 reclusas por el deterioro del edificio: del segundo piso solo es habitable el 10 por ciento y del primero el 40. Sí, el hacinamiento es un problema innegable, pero Zurita rescata que la administración intenta que estén “cómodas”. Pensando en la resocialización, principal objetivo de todo penitenciario, las normas en la cárcel de mujeres son un poco más flexibles en diciembre, por la carga emocional que este mes supone. Como dice Paola Maldonado, se les dejó estar en los pasillos hasta las 7 u 8 de la noche y la dirección organizó una cena previa. “El objetivo principal de San Diego es devolver a la sociedad a mujeres que hayan cambiado su pensamiento y forma de actuar. La idea es que sientan que el tiempo aquí no es perdido, todo lo contrario, aquí recuperan parte del tiempo tan importante que perdieron afuera”, asegura el director.
¿Inocente?
El Juez Sexto Penal del Circuito de Cartagena decidió que Paola Maldonado es culpable y por eso la sentenció. Ella, sin embargo, sostiene que es inocente y que la condenaron por testimonios falsos. Dos adolescentes abusadas sexualmente por un caricaturista chileno que vivía en Chiquinquirá, la señalaron como proxeneta.
En “Paola Maldonado estaría en la cárcel por falsos testimonios”, una nota publicada por EL UNIVERSAL.COM.CO el 6 de febrero de 2014, dos menores confesaron que testificaron contra Paola para convertirse en beneficiarias de la Fundación Renacer, mejor dicho, para que les dieran tres comidas y plata para los pasajes. ¿Será que Paola sale de la cárcel sin pagar su condena? Solo el tiempo y las pruebas que la reclusa dice tener darán la respuesta. (Lea aquí: Paola Maldonado estaría en la cárcel por falsos testimonios de testigos) Mientras tanto, y para la justicia, Maldonado Gutiérrez sigue siendo culpable.
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