Revista dominical


Confesiones de Senel Paz

GUSTAVO TATIS GUERRA

28 de marzo de 2010 12:01 AM

Lo primero que veo es a un ser de una suprema sencillez y de una sabia timidez, que parece rehuirle al lente fotográfico. Se sonríe cuando le digo que se asome al barandal, frente al resplandor de la luz del atardecer. Senel Paz, uno de los mejores cuentistas y novelistas de Cuba, nacido en medio de las montañas del Escambray, en 1950, vino a Cartagena invitado por el Taller de Escritura Narrativa, que impulsa el escritor Óscar Collazos, con el apoyo del Centro de Formación de la Cooperación Española (CFCE). Su cuento “El bosque, el lobo y el hombre nuevo” (1996) recibió el Premio Juan Rulfo e inspiró el guión de su autoría para el largometraje cubano “Fresa y Chocolate” (1992), nominado al Oscar a Mejor Película Extranjera. Es autor de la novela “El Rey en el Jardín” (1983), y de los cuentos “No le Digas que la Quieres” (2004), y “Los Becados se Divierten” (1989). El escritor concedió una entrevista a El Universal que será publicada próximamente. Senel Paz ha sido docente en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños en Cuba y actualmente es decano de esa Escuela. Es miembro del Consejo Nacional de la UNEAC y posee la Orden “Por la Cultura Nacional”, la Medalla “Alejo Carpentier”, y Mención de Honor del Premio Madanjeet Singh, de la UNESCO. Es autor de varios guiones de películas y cortos como “Adorables mentiras”(1992) y novelas como “En el cielo con diamantes” (2007). “SOY HIJO DE CAMPESINOS” “Nací en la zona rural del centro de Cuba, en una familia humilde de campesinos que no sabían leer ni escribir. Toda una familia de analfabetas. El contraste de la pobreza de esa zona, es la belleza del Escambray. No había en mi casa un solo libro y no teníamos radio para escuchar las noticias. Teníamos que caminar kilómetros para llegar donde nuestros vecinos que tenían radio. Esas largas sesiones de oralidad entre los campesinos marcaron mi vida. La oralidad en zonas campesinas adquiere una gran relevancia: contarse cuentos unos a otros, es parte de la vida diaria Eso influyó mucho en mí. Fui el primero de mi familia que llevó un libro a casa. Empecé a conocer los libros en la escuela. Llegué tarde a la lectura, pero fue decisivo descubrir la biblioteca de la escuela y tener profesores maravillosos que advirtieron en mí mi vocación fuerte para la lectura y se convirtieron en suministradores de libros. El libro era un objeto raro e innecesario en la casa, y el acto de leer una experiencia extraña para mis padres. Recuerdo que una vez mi abuela viéndome leer me dijo: “Ahora que no estás haciendo nada”. Poco a poco adquirí esa vocación que me llevó a encontrar bibliotecas y amigos que tenían libros. El primer libro que me deslumbró fue “La edad de oro”, que estaba en el programa educativo de la primaria en Cuba. Luego, el gran autor de importancia que yo leía mucho y entendía poco era Alejo Carpentier. Más tarde caí en el mundo de las aventuras al descubrir a Julio Verne y a Emilio Salgari. En aquel entonces había una explosión de ediciones en Cuba y se publicaban libros de distintas latitudes y géneros, yo leía en desorden hasta descubrir la literatura del Boom latinoamericano. Eso me atrapó intensamente, hasta el punto que alrededor de mis veinte años leía más literatura latinoamericana que cubana, más a García Márquez, Vargas Llosa, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Onetti, y menos a Borges y los cubanos. Llegó un momento en que tuve conciencia de asomarme a otras literaturas como la norteamericana o la rusa, en la isla se publicaba un poco de todo: la literatura africana y del Caribe, la soviética, toda la variedad del momento. Es curioso pero recientemente hice un viaje al Japón y quedé deslumbrado al conocer y explorar nuevos autores que no tenía noticias, además de los que ya conocía: a Kawabata y Mishima”. LOS PERSONAJES “Los personajes tienen su propio destino y no el que el escritor le ha intentado trazar. Por el contrario, creo que el personaje se expresa a través de ese escritor, con su propia autonomía. A través de toda mi obra ha habido contrastes, entre rupturas y vaivenes, un personaje va llevándolo a uno hacia otros personajes, el micromundo se vuelve complejo a través del desarrollo de la escritura y surgen nuevas ideas, sucesos, que conforman un macromundo narrativo. Exploro diseños nuevos y ópticas narrativas con relación al lector, descubriendo estructuras más dinámicas y eficaces. He estado abierto al arsenal narrativo del presente y el pasado, la herencia de la literatura. Cada país tiene su experiencia diferente y especial con el lenguaje. Mis preferencias han sido José Lezama Lima, Guillermo Cabrera Infante, Jorge Onelio Cardoso, Reinaldo Arenas, pero he tenido una relación afectuosa con mis compañeros de generación. Hay escritores cubanos anteriores a la Revolución, que tienen un interés releerlos y redescubrirlos. Y han quedado en el olvido por razones extraliterarias. Uno de ellos es Carlos Montenegro. Creo que no se puede disfrutar con ausencias, esa gran herencia de la literatura cubana, no sólo del siglo XX y del Siglo XIX. EL NARRADOR Y EL GUIONISTA “Una narración que se vuelve imagen cinematográfica, es una transferencia hacia otro lenguaje. Es una narración que se ha vuelto representable y filmable. Hay escritores que tienen una intuición narrativa para lo dramático y lo cinematográfico, y descubren las inmensas posibilidades que puede ofrecerles el cine. En el cine la palabra juega un papel, una puesta en escena en la que entran otros elementos, más allá de la palabra misma que es la materia del narrador. El escritor puede tener diversas proyecciones: hay novelistas que son poetas o dramaturgos, hay dramaturgos que son poetas o ensayistas. Hay narradores que sólo les basta la palabra. En mi caso, soy el autor del cuento del que surgió “Fresa y chocolate”, pero además soy el guionista de ese texto que hace alusión a otros cuentos míos. La obra fílmica es fiel al guión pero a la vez es una obra distinta. En la lectura hay una experiencia más íntima con la imaginación: tienes que imaginar a los personajes y las situaciones, a diferencia del cine, en la que ya los personajes están ya determinados, no te los puedes imaginar. La mayor sorpresa que yo he tenido es ver que los demás han aportado al texto escrito. Cómo el actor ha enriquecido al personaje que yo he descrito”.

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