Revista dominical


Confianza necesaria

RICARDO CHICA GELIS

21 de marzo de 2010 12:01 AM

Si hay algo que necesitamos los cartageneros, los bolivarenses y los costeños en general es confianza en el sentido más extenso de la palabra. Lo digo porque si algo quedó muy maltrecho en las elecciones del pasado domingo, fue eso. Una vez más, en virtud de unas prácticas democráticas cada vez más degradadas, nos quedamos sin referentes. Con pocos en quien confiar, lo que tiene implicaciones devastadoras porque comenzamos a creer que todo se vale. Es duro de hablar de este tema porque, entre otras cosas, resulta inevitable un rosario de quejas que, en apariencia, son inservibles y, muchas veces, nublan las posibles salidas. Es por eso que creo que una manera de abordar la confianza en un ámbito próximo y familiar es referirnos al devenir de la Universidad de Cartagena, en los últimos cuatro años. Antes de continuar, debo aclarar lo siguiente: soy docente en la mencionada universidad y, lo que expreso en esta columna, representa mi entera opinión y, por tanto, soy enteramente responsable de lo aquí escrito. Y escribo de la Universidad de Cartagena, porque la conozco y porque merece ser defendida, en especial, en un tema tan medular para Cartagena como es la construcción de la confianza. En épocas no muy lejanas, ocurrieron en nuestra Universidad, por ejemplo, episodios desafortunados que han sido aclarados plenamente por la justicia o, están en ese proceso. Episodios que atentaron en su momento contra la confianza que se desprende de la gestión universitaria; una confianza que, más allá de la comunidad académica, se irradia a la sociedad entera. Aquí es donde vale la pena interrogar ¿qué le aportamos a la Universidad de Cartagena para construir la confianza necesaria, para que todo vaya bien? Aquí pretendo vincular la sociedad costeña, bolivarense y cartagenera al diario acontecer universitario. Y, de otra parte, trato de señalar que la confianza que habita en la Universidad –muchas veces- depende más de nuestros esfuerzos cotidianos que, por ejemplo, las decisiones que tome una directiva, un decano o un rector. Sí. Porque muchas veces se obedece pero no se cumple: ¿hasta qué punto nos ponemos la camiseta de la UDC? Ahí todos somos parte. En estos últimos cuatro años se ha construido confianza contra viento y marea. Entendiendo la confianza como prácticas concretas que tienen que ver con las decisiones correctas; con la gestión eficiente de recursos; con la creatividad en las soluciones; con el respeto profundo por las reglas y la dinámica institucional; con las apuestas por los nuevos aspectos de la vida académica, científica, tecnológica e innovadora; en fin, la confianza vista como prácticas que apuntan a la calidad en los procesos. Y, para los universitarios, la palabra proceso es harto significativa por la siguiente razón: las familias cartageneras y costeñas ponen la inteligencia de sus hijos en nuestras manos. Nada más y nada menos. En especial porque parte de nuestros estudiantes entran siendo menores de edad, pero, a sus quince o dieciséis años son considerados –por la sociedad en general- como adultos. Ahí es cuando la confianza construida en la UDC resulta vital en el proceso de formación. En ese sentido sigo creyendo que la mejor forma de enseñar es a través del ejemplo. El buen ejemplo. Perdonen la autorreferencia, pero al menos yo, me postulo concientemente como modelo. No se trata de que mis estudiantes sean iguales a mí pero sí que me interroguen y para eso tienen que leer; en otras palabras los estudiantes tienen que aprovechar todo lo que ofrece la Universidad. Así mismo, como estudiante del doctorado en educación, en la misma UDC, he tenido compañeros y docentes que son eso: modelos, referentes que lo ubican a uno en el mundo y en la vida. Estos han sido cuatro buenos años en la creación de confianza: la Universidad, más que nunca, está llegando a mucha gente en una revolución silenciosa y efectiva que se traduce en oportunidad y esperanza para miles de personas y sus familias en ciudades y municipios de Bolívar y en barrios de Cartagena que jamás habían sentido la presencia del Estado. Ahora, más que nunca, hay que seguir apoyando a la Universidad de Cartagena. ricardo_chica@hotmail.com

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