Revista dominical


El artista, un guardián de la selva

GUSTAVO TATIS GUERRA

22 de noviembre de 2009 12:01 AM

Hace un año el artista César Bertel (Cartagena, 1957), emprendió una de las aventuras estéticas de mayor desafío en la ciudad y el país: el mural “Pachamama”, de doce metros de largo y un metro cincuenta de ancho, forjado en el silencio del Bodegón de la Candelaria, en pleno centro de Cartagena de Indias. Luego de esa experiencia, el artista reflexiona en este diálogo sobre el impacto de esta obra de dimensiones sin precedentes en la historia plástica de la ciudad, exhibida en el Museo de Arte Moderno de Cartagena. Y cuestiona la actitud del sector cultural institucional ante el fenómeno artístico. César Bertel se radicará por un tiempo en la ciudad de París y se consagrará a trabajar en un proyecto sobre el Bicentenario de las Independencias Latinoamericanas para el 2011, con el apoyo de algunas instituciones del gobierno francés. Estas fueron sus confesiones. Luego de un año de haberse expuesto la inmensa acuarela "Pachamama", qué impacto tuvo en la ciudad de Cartagena y de qué forma ha incidido en su quehacer creador? —Pachamama es mi mirada hacia la naturaleza, considero que es la emancipación del corazón mismo de la selva, del paisaje tropical de Colombia y en ella puse todas mis energías, cada aliento de semanas de trabajo, solo para hacer vivir al espectador la experiencia de enfrentarse al corazón de la selva colombiana, uno de los pulmones del mundo, depositaria de los más hermosos secretos de nuestra vegetación. Esta obra está llamada a ser un objeto comunicador de masas ante el tema de responsabilidad medio ambiental, además de las implicaciones mediáticas, culturales y artísticas, en fin, un arco iris de probabilidades en su discurso. Hice a Pachamama de cara a mi ciudad, a mi gente, pero muy a las espaldas de las instituciones promotoras y encargadas del arte y la cultura tanto de la ciudad como del departamento de Bolívar, pues hasta el momento a nadie le interesa esta obra que lejos de ser una acuarela de dimensiones impresionantes de 12 metros de largo x 1.50 metros de ancho, es de por sí una obra artístico, cultural, ecológica, educativa, recreativa, creada para generar en su entorno espacios de integración y diálogo comunitario, que fortalezcan el debate y crecimiento socio cultural, con miras incluso a disminuir los niveles de violencia en su entorno -por efecto de la sensibilización de públicos y detección de talentos tempranos, mediante talleres que yo mismo he ofrecido. ¿Qué piensa del papel de las instituciones culturales y la proyección de las artes? —Creo que es un deber de las instituciones de arte y cultura y la empresa privada, promover el arte, su exhibición, conocimiento y reconocimiento, por parte de la población local, regional, nacional e internacional. Reconozco que el ambiente cultural de la ciudad está marcado por el espectáculo del momento que en la mayoría de las veces es impuesto desde afuera, como una prótesis a la ciudad y a su círculo social. Todo es efímero, porque el performance de la ciudad se presta para el desfile de estrellas y personajes de todas partes del país y del mundo y todo el tiempo los personajes de la ciudad juegan ese juego para mantenerse en la cresta de la ola de lo mediático de lo esnobista, y la duración de lo fundamental en lo artístico y en lo cultural no puede durar más de 24 horas porque ya hay otro evento y otro acto que lo remplace indefectiblemente; por eso ha desaparecido por completo la obra de Hernando Lemaitre, la imagen de Grau, el gran aporte de Obregón, Darío Morales, Eladio Gil, Heriberto Cogollo y otros artistas que hacen su aporte en el silencio y el olvido de la ciudad más deseada de Colombia. En las condiciones actuales el impacto de la ciudad y del departamento ha sido negativo hacia mi quehacer creador porque no ha existido ninguna respuesta de las tres (3) Gobernaciones recientes de Bolívar y de la Alcaldía Municipal, ni del Ministerio de Cultura. El proyecto de Pachamama fue costeado personalmente. ¿Qué amenazas, tendencias y logros percibe en el arte contemporáneo en su país con respecto al mundo? —Colombia es un país de grandes pintores y lo será por mucho tiempo, hay talento para rato y los que estamos al frente de un caballete de pintura nos resistimos a desaparecer a pesar del influjo de las nuevas tendencias. Hay que seguir pintando porque cada obra es un problema por resolver, es una mirada al medio al entorno, ella es la síntesis de nuestras vivencias como artistas y el ejercicio diario en el oficio con paciencia y honestidad produce resultados durables y perdurables, lo de conceptos y análisis sobre impactos de lo contemporáneo y conceptual se lo dejo a los críticos, yo seguiré pintando. ¿Hacia dónde se encaminan sus nuevos desafíos estéticos: cómo ha asumido el reto de magnificar la obra y profundizar contenidos o significados? —Sigo desarrollando una obra profundamente emocional, mis pinturas son cada día más emociones que realidad, no están sometidas a ningún rigor academicista pero tampoco son copias fotográficas, porque pintar la selva y el paisaje natural es para mí un incansable ejercicio de observación y un infatigable amor por la naturaleza. Actualmente me encuentro en un trabajo de investigación sobre el impacto del calentamiento global en el paisaje selvático y con ello espero descubrir nuevos colores, nuevas temperaturas, otras atmósferas plásticas que me acerquen a lo conceptual y creo que con ello dejaría lo romántico, lo poético, lo gestual del discurso emocional. Me preocupa que nosotros seamos la última generación de seres vivos del planeta, que cerremos los ojos a la posibilidad que tenemos hoy de salvarlo. Lo que se está haciendo es poco o nada en nuestro medio y como artista me siento en la obligación de denunciarlo a través de mis cuadros. ¿Cómo es la relación entre el mercado del arte, los nuevos lenguajes estéticos y la preservación de la pintura tradicional? —En nuestro país hay un importante núcleo de coleccionistas de arte y cada día habrá nuevos amantes de la buena pintura eso ya es un mercado importante, apenas empezamos a entender que invertir en arte es de las mejores inversiones del mundo después del petróleo, porque esta inversión se valoriza, y se capitaliza patrimonialmente como cualquier activo de valor, talvez más que la finca raíz, produciendo disfrute, goce. Respecto a los nuevos lenguajes estéticos estos han ganado terreno en este mercado, pero no como para desplazar la pintura del lugar que siempre ha ocupado. Más allá de lo ecológico, qué dimensión ética y estética sustenta estas series suyas de bosques, selvas, manglares? —Toda mi obra ofrece – en especial Pachamama- una mirada externa de la selva, nos invita a penetrarla; esto gracias a que sin lugar a dudas mi mirada es eminentemente citadina. Casi podría afirmar que en mi memoria se encuentran fijos los mismos detalles – por tanto en mi pintura- primero cautivo la atención de cualquier habitante de la ciudad, esa experiencia que yo llamo: “Mirar desde la selva de cemento a la selva de verdad”. Yo no eligí la selva como tema, la selva me eligió a mí para ser su portavoz, para hacer con ella ventanas, ventanas del alma, ventanas de la contemplación, ventanas a lo poético y romántico, esa es la única explicación posible para entender el impacto que mi obra causa en el público, pues con mis cuadros pretendo llegar al alma de la selva y el alma de la selva es un fenómeno plástico. Obregón decía poco antes de morir que deseaba pintar emociones, atrapar el viento en sus pinturas. Qué significado encuentra en sus colibríes constante en sus series? —Tocas un tema interesante, porque precisamente es la hija del pintor que citas quién más me ha emocionado con su concepto sobre mi trabajo... Los colibríes son esa insignificante ave tropical que pasa casi inadvertida para muchos en nuestro medio, pero que culturas ancestral y precolombina como la Zenú lo identifico como una de sus deidades religiosas y su significado es el de portador de buenas noticias de los dioses. Conceptualmente hablando es la energía, la resistencia, la permanencia, la lucha, la vida misma, el encanto de poseer todas flores tropicales y libar su néctar. Cada una de mis composiciones incluye esta maravillosa ave como un instante de la vida detenido allí con toda su atmósfera, su temperatura, su dinámico aleteo tornasol en un medio sugerido a través de una mancha de color muy fuerte muy cálida, porque eso somos instantes fugaces y frágiles en nuestro paso por este mundo. A pesar de todo creo en Colombia en sus instituciones aunque no comparta su accionar paquidérmico, ineficaz y burócrata, donde primero están los intereses personales, grupistas, políticos, y de la moda, como pintor me siento hoy mas que nunca en la necesidad de seguir con decoro mi oficio de cara al mundo del arte.

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