En su imaginario, y con 34 años, lo más fácil era llegar a Cartagena y escabullirse en un buque como polizón hacia Estados Unidos.
La idea, poco calculada, no se cristalizó. No tanto porque fuera irrealizable sino porque las circunstancias obligaron a Martín Murillo, quien a día de hoy tiene 45 años, a quedarse en Cartagena tratando de ganarse la vida como vendedor ambulante de agua o de lo que fuera.
El chocoano, procedente de Quibdó, había abandonado sus estudios de secundaria para ayudar a su madre, quien cosía ropa como única alternativa ante la escasez y la necesidad de cinco hijos, de los cuales Martín es el menor.
La Carreta Literaria vino después, de manera afortunada y gracias a la coincidencia del padrinaje del director de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano Jaime Abello, producto de la buena e inusual impresión que se llevó el directivo, un domingo cualquiera, al ver a un vendedor de agua que leía, sentado y absorto, ‘El hombre duplicado’ del escritor José Saramago, en la Calle de Las Damas del Centro Histórico.
El proyecto de empujar una carreta llena de libros se convirtió no sólo en un imán de lectores y escritores, sino en una profesión, la de promotor de lectura, con la que se siente más a gusto. Un imán que lo ha hecho viajar alrededor de ferias y festivales de literatura, y conocer a personalidades como la Reina Sofía de España, el expresidente estadounidense Bill Clinton, y el Nobel Gabriel García Márquez, a quienes ni si quiera en las quimeras más optimistas habría soñado con tratar.
Fue la carreta, el respeto hacia las letras, y la posibilidad que esta brindaba de vivir otras vidas y trasladarse a otros escenarios y realidades menos previsibles, las que abrieron puertas y ventanas a su imaginación.
Actualmente, se encuentra en el proceso de escritura de un libro infantil, tras haber publicado, en 2011, su primera obra ‘La carreta que no es carreta’.
Sabemos de buena fuente que la Carreta fue una de las atracciones principales de la Feria del Libro del Retiro que se hizo el mes pasado en Madrid…;
Sí. Acabo de culminar el rally por las ferias de lengua castellana más importantes del mundo. Empecé en 2009. He viajado a Guadalajara (México), Buenos Aires (Argentina), Caracas (Venezuela), y Madrid (España) que es la más antigua de todas pues tiene 72 años de fundada.
¿Qué impresión trae de la capital española?
- Madrid es una ciudad hecha para que el ciudadano de a pie disfrute de ella. En mi opinión es una ciudad con muchas ventajas en el plano urbanístico, al peatón se le respeta mucho. Y en general todos respetan mucho las normas de tránsito, y es un mundo de libros. ¡Allá se consigue de todo! Me impresionó la cantidad de escritores que uno no conoce. El mundo de la escritura es infinito como el de la música.
¿Cuál es su lugar favorito de Cartagena y qué representa esta ciudad en su vida?
- La Avenida Santander. Me encanta caminarla cuando estoy estresado y ver el atardecer. Eso me relaja. Todo el Centro Histórico me fascina porque no tienes necesidad de tener carro.
A Cartagena le debo todo intelectualmente y profesionalmente. No tengo cómo agradecerle a la ciudad, ha sido un espacio ganado a paciencia constancia y trabajo.
No he podido encontrar esa Cartagena excluyente, ojo, en mi caso personal. Me gané el espacio como vendedor de agua y como promotor de lectura, y la gente siempre le profesa cariño a la carreta. De aquí me voy pa’ el cielo.
¿Cómo recuerda su infancia en Chocó?
- Fue feliz. Jugábamos a pescar. Aprendí a nadar en el rio Atrato. En ese entonces era un chocó totalmente sano. Cuando agarraban un ladrón la policía lo paseaba y se convertía en una fiesta porque todo el mundo gritaba: ‘¡ladrón, ladrón!’. Era un departamento pobre pero se vivía con respeto. Ese chocó no tiene nada que ver con el de ahora.
¿Qué recuerdo atesora en particular de esa época?
- Los desfiles de todos los colegios de los pueblos que pasaban por Quibdó. En mi escuela Antonio María Claret, y en una temperatura como la del Chocó, nosotros íbamos con uniforme de gala blanco, corbatín y saco. Los desfiles se ensayaban como con 6 meses de anticipación. Eso me gustaba mucho. También ver llover: el canto de la lluvia sobre las láminas de zinc. Ese chocó que arranca a llover un lunes y escampa el sábado.
¿Por qué escogió a Cartagena para vivir?
- Cuando tuve la mayoría de edad, me motivé para venir a la costa porque tenía unos familiares aquí y porque era la forma más fácil de salir del país. En ese momento estaban las historias de los polizones, y se veía ese sueño en la gente del pacífico, pero eso no era tan fácil ni como lo contaban.
Quería ir a Estados Unidos como todo el mundo. Y se me dio la oportunidad de ir a Puerto Bolívar (Guajira) y de ahí pude ir a Aruba y a Curazao, descargando los buques.
¿Qué lo motivo a apilar libros en una carreta de forma itinerante por la ciudad?
- Quería ser más útil a la sociedad pero sin vender nada. Algo que me proyectara y que apoyara la educación, como en la canción ‘Vida ’de Rubén Blades…; Tomé la decisión después del Congreso de La Lengua Española (2007, realizado en Cartagena). Lo consulté con el doctor Raimundo Angulo y me dijo que sí. A él lo conocí a través de la venta de agua y cuando era el director del Teatro Adolfo Mejía.
¿Con cuántos libros empezó la Carreta Literaria?
Empiezo con 120 y el Concurso Nacional de Belleza me ayudó para completar los doscientos. La carreta la mandé a hacer en una herrería de Getsemaní.
A principio de año el Nobel Mario Vargas Llosa vino a Cartagena y a todos nos sorprendió que voluntariamente empujara la carreta…;
Con Vargas Llosa nos habíamos encontrado en la Feria del Libro de Guadalajara. Cuando vino este año el hombre reconoció la carreta y me dijo que la quería empujar. A los escritores les llama la atención empujar la carreta y me pasó también con Antonio Muñoz. Los escritores se ponen como niños por lo extraño
¿Cómo es la dinámica del préstamo de un libro de la carreta?
Si eres lector de la carreta, vas a la Plaza de Bolívar (en la tarde) y te presto el libro, y te doy la oportunidad de que me lo regreses. Hay que confiar…; Yo no soy de prestar el libro y estar encima de la gente. Ahora mismo he prestado de 80 a 120 libros, y tengo la confianza de que ellos regresan.
¿Cómo es un día de trabajo suyo?
- Un día de trabajo me levanto a las 5 a.m., me cepillo los dientes, miro el periódico, leo un poco lo que tengo que leer. Me aseo, me baño y si no tengo que ir a algún colegio hago alguna vuelta administrativa con la carreta. Si no tengo nada qué hacer me dedico a leer. En este momento estoy organizando la gira hacia 22 municipios de Bolívar en 6 meses.
En este semestre tengo que ir a Medellín a la Fiesta del Libro y La Cultura. A panamá al Congreso de La Lengua Española, y hay un posible viaje a Sao Paulo (Brasil).
¿Qué libro está leyendo ahora?
- Se llama ‘El viaje a Oslo’, de Juan Cruz. A él lo conozco personalmente pero sólo había leído los artículos periodísticos. Ese libro me ha gustado mucho. También acabo de leer ‘La lista de mis deseos’, de Gregorie Delacourt.
Revista dominical
El carretillero de las letras
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