Revista dominical


El mar de Bibiana Vélez

Ella pinta el infinito y el mar es el pretexto. Un mar que se desborda hacia adentro y hacia fuera, como un cataclismo de amor y ofrenda, que se sacude, se eleva y desaparece. Es el mar de Bibiana Vélez. Un mar sin orillas, como ella ha denominado la más reciente exposición que exhibe en la Galería de la Aduana en Barranquilla. 14 acrílicos en mediano formato y una acción artística que ella denomina Meditación en lo efímero. Le impresionó leer entre los versos del poeta místico Rumi la imagen de un “mar sin orillas” y lo tomó como una referencia cómplice de su obra. Ese mar que Bibiana Vélez asume con su paleta de azules desbordados, naranjas y rojos matizados, intimistas, viscerales, desde diversas perspectivas, desde una cercanía y una distancia terrenal y cósmica, encuentra nuevos matices de interpretación e indagación filosófica. Ha trascendido su obra “Dificultad inicial”, con la que ganó el Primer Premio en el Salón Nacional 1988. Cada vez la figura humana, su propio retrato frente, ante y dentro del mar, se disipa, se diluye y se insinúa como una revelación. “Para mí el mar es un paisaje simbólico, un sentir cósmico, es el alma”, dice ella frente al mar que zumba en su ventana. “Es probable que si hubiera nacido al pie de los Alpes, estuviera pintando montañas, pero nací aquí y es el mar el que me atrae. Ese mismo mar al que nuestros sabios koguis llaman Madre mar, principio de todo lo que existe, espíritu de lo que vendrá, pensamiento y memoria. Este mar con su oleaje panteísta es también movimiento de lo infinito, hay olas, ondas, espirales, todo un pretexto para acercarme a la totalidad, al infinito, a la divinidad”. Cuando me dice “divinidad”, le digo que bajo ese nombre laten muchos universos diversos y ella me dice que por eso le gusta Rumi: “este poeta místico era de tal tolerancia que acogía cristianos, judíos, musulmanes, ateos. Me encanta el arte visual de los musulmanes que en sus mosaicos jamás intentaron representar la divinidad y lo hicieron de manera indirecta, a través de la búsqueda de lo infinito en sus percepciones de la matemática y la geometría. Vivo en un tiempo de mucho relativismo y creo que el arte que algunos de manera escéptica dicen que desaparerá, en verdad va a seguir existiendo como técnica milenaria y como posibilidad estética de cuestionar la noción de contemporaneidad. Todo arte de alguna manera es conceptual en cualquiera de sus manifestaciones. Nuestra historia no es un relato único ligado a Europa, a la civilización occidental, podemos ver el mundo bajo otras perspectivas. Hay gente en este tiempo que aún vive en la edad de piedra o en la época medieval y mientras alguien navega en Internet hay miles de seres que aún se transportan en burro, gente que se pudre en la más absoluta pobreza y se pudre en la más inmensa riqueza. Cuestiono que el Internet haya cambiado todo, sí, algunas cosas, pero es relativo el progreso. Es una herramienta que no ha podido cambiarlo todo. El mundo está necesitando con urgencia de esa mirada sabia de Abya Yala (América). El progreso de hoy no puede ignorar el sofisticamiento y el refinamiento abstracto de nuestras comunidades indígenas. El esplendor estético de nuestros indígenas muiscas, quimbayas, zenúes, que no tenían nada de primitivos”. Bibiana Vélez ha creado una obra de una alta y profunda coherencia visual y conceptual. No sólo está el mar como paisaje, sino el cuerpo, el horizonte visto desde adentro y afuera, como fuera y cerca del planeta, el mar como metáfora del nacimiento incesante, como el gran útero que florece en el agua. Pero además de ese resplandor germinativo del que habla el poeta Rómulo Bustos, hay una mirada que pulsa con vértigo absorvente la sutil, sensual y descarnada ambigüedad de lo que nace y se esfuma. La ofrenda que crea Bibiana se entreteje con flores, caracoles, flores, labios, pétalos, cuerpos, ángeles, úteros, espirales y ondas que ascienden hacia la plenitud de un universo que se expande sin una orilla posible. BIBIANA VÉLEZ Es una de las pintoras representativas del Caribe colombiano. Inició sus estudios en la década del 70 en el Taller de Nora Avendaño y David Manzur. A comienzos de los 80 viajó a París y estudió en la Eccole Supérieur des Beaux Arts y en el performance Taller con Ginna Pane. En 1989 estudió en los talleres de dibujo de José Luis Cuevas, en México, y de Santiago Cárdenas en la Escuela de Bellas Artes de Cartagena. Ha participado en más de 50 exposiciones colectivas en Cartagena, Barranquilla, Bogotá, Cali, Medellín, Sincelejo (Colombia), Valencia, Castellón y Madrid (España), Caracas, Maracaibo y Zulia (Venezuela), Santo Domingo (Rep. Dominicana), Guadalajara (México), Nueva York, Londres, París y Bruselas, entre otras. Su obra forma parte de colecciones particulares y de instituciones en Colombia, América Latina y Europa.

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