Revista dominical


Gabo, más allá de las cenizas

Susurro en la piedra
Ha regresado al susurro de la piedra. Gabriel García Márquez, al retornar a la serena eternidad de la piedra, en el monumento en el Claustro de la Merced, logró una hazaña secreta e íntima: conjugarse con sus propios personajes. Desde que llegó a la ciudad en aquel abril de 1948, luego del magnicidio de Gaitán, y escribió el 21 de mayo su primera columna periodística en El Universal, el demiurgo de Macondo no abandonó jamás a Cartagena. La ciudad fue su obsesión tutelar después de cerrar el ciclo de Macondo. Su familia eligió a Cartagena como su ciudad de residencia pero también como su morada definitiva, desde 1951. En un nicho de la iglesia de San Pedro están enterrados la abuela guajira Tranquilina Iguarán y sus padres, Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez. Cartagena forjó el milagro de reunir los ancestros guajiros y sucreños de García Márquez. En otro nicho de la iglesia de Manga están las cenizas de Eligio y Alfredo García Márquez, hermanos menores del escritor. Aquí viven aún sus hermanos Jaime, Rita y Hernando. Y en Barranquilla, sus hermanas Margot y Aída.

No fue casual elegir el Claustro de la Merced de la Universidad de Cartagena como última morada de las cenizas de García Márquez. Está muy cerca de su casa y es además una evocación de la Virgen de la Merced, un claustro elegido por Mercedes y sus hijos. La Universidad de Cartagena, al tener el privilegio de guardar este patrimonio, sabe que esta tarea entraña una alta responsabilidad. Convertir lo elegíaco en ámbito de celebración de la vida y obra del más grande escritor de toda la historia de Colombia.  Apenas culmine la ceremonia de hoy, la Universidad de Cartagena pondrá en marcha una agenda académica y cultural  que contempla una Cátedra Gabriel García Márquez que estudiará toda la obra narrativa de ficción y no ficción del autor de Cien años de soledad. El claustro no solo será un escenario de peregrinación mundial, sino un centro cultural vivo para Cartagena y el universo, con una biblioteca especializada y unos auditorios que evocarán a algunos de sus personajes como Melquíades y Remedios la Bella.

La hermana Aída
Aída García Márquez, la hermana del escritor que vivió algunos años de su infancia junto a su hermano Gabriel, lo recuerda como un niño despierto para la poesía, la pintura, el teatro, la música, la fotografía y la magia. Conserva un par de dibujos suyos en donde el niño Gabriel pintaba los detalles de las camisas bordadas de sus hermanos. Y un par de tijeras con ojos que dialogan entre sí.

La hermana Aída confiesa que para su hermano  “las estatuas estaban condenadas al olvido y siempre las cagaban los pájaros”, “no me lo imagino sino burlándose de la misma muerte. Era anti solemne, supersticioso y conjuraba los miedos con una rosa amarilla”.

“Las cenizas son un puñado de polvo que puede contenerse en la cuenca de las dos manos, ocupan poco espacio, son volátiles, son la concentración del ser en su parte humana, allí está lo mas importante, ese todo que en este momento se nos presenta en la vida de  Gabriel José García Márquez, nuestro hermano mayor”, escribe ella en un texto La parábola de la vida, que ha preparado para leerlo hoy en una misa que hará junto a sus hermanos en la iglesia de Manga.

“Es la parábola de la uva recogida, la vendimia del fruto triturado, exprimido, convertido en vino que embriaga el paladar e invade los sentidos, la cosecha guardada en los graneros y esparcida por todos los lugares por donde llegaron sus libros, los homenajes rendidos a su persona, a su talento, a su obra escrita, hablada, comentada”.

La voz y el tono de Aída  se quiebran con el solo recuerdo de su hermano. Su escrito se eleva como una ofrenda:
“Hermano, queremos estar contigo en Cartagena de Indias para formar con los hermanos que se fueron y los pocos que quedamos un solo corazón y dormir todos en esta ciudad llena de recuerdos y pasajes, escuchar la hora gris de la tarde, el arrullo de las olas del mar, cuando los alcatraces saltan cerca de las arenas blancas y ver cómo los caracoles metidos entre las piedras, guardan misteriosos el sonido del mar y las noches en el silencio de su oscuridad se tragan el esplendoroso sol de los amaneceres que brilla tras el cerro de la Popa”.

La estación Gabo
Todos los rincones del corazón amurallado de Cartagena nos llevarán al alma y a la vida de García Márquez. Serán un bello pretexto para conocer la historia de la ciudad contada por el mago de El amor en los tiempos del cólera. Las estaciones inagotables de Gabo seguirán iluminando la vida de los viajeros y el aleteo de los pájaros.

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