Revista dominical


Hablando con Alberto Salcedo Ramos

JUAN DE DIOS SÁNCHEZ JURADO

02 de septiembre de 2012 12:01 AM

En el cuadrilátero de la literatura, este referente de la no ficción latinoamericana se alza campeón. Nos lanzamos a un match de preguntas y respuestas con el autor de “El oro y la oscuridad”, maestro en la construcción de historias en las que cada palabra tiene la potencia de un buen gancho directo al hígado.
Ha dicho que le gusta el boxeo porque es un deporte en el que no se utiliza la palabra jugar. ¿Cómo asimila esta dinámica de dar y recibir golpes al oficio de escribir?
Alberto Salcedo Ramos: Sé que esa analogía ya se ha hecho, especialmente en el caso de Hemingway, que era un tipo tan competitivo. Por mi parte, te puedo decir que poner cada palabra en el sitio que le corresponde tiene algo de match boxístico: hay que fajarse y, en el proceso, recibir algunos golpes para poder conectar un buen gancho al hígado. Uno podría establecer afinidades entre los boxeadores y los escritores. Está el escritor que le huye al combate, por ejemplo, y está el que se arriesga en el cuerpo a cuerpo.
¿Qué nos puede contar sobre la Cartagena de Pambelé en el Oro y la Oscuridad?
A.S.R.: Era una Cartagena más excluyente que la de hoy. Así que podrás imaginarte lo duro que resultaba para un tipo pobre y negro venido de Palenque hacerse oír en aquella ciudad. Las únicas opciones que Pambelé tenía a su alcance eran embetunar zapatos y calzarse los guantes de boxeo.
¿Cómo percibe el elogio o la crítica de sus colegas y amigos?
A.S.R.: Hay que aprender a blindarse contra lo uno y contra lo otro. La crítica dañina puede desmotivar y el elogio frecuente puede producir aburguesamiento. La mejor manera de sobrevivir es tener algo de autista, o refugiarse en el propio oficio. Ninguna de las dos calamidades te hace mella cuando tú estás en una lancha en mitad del rio Amazonas, cumpliendo con tu deber.
¿Cuál ha sido la crónica en la que, a través del retrato de un personaje, ha logrado acercarse más a su propia psiquis?
A.S.R.: Cuando Flaubert publicó la novela Madame Bovary sus paisanos se preguntaban aterrados qué mujer del pueblo sería la adúltera a la que el escritor se refería. Entonces él pronunció su célebre frase: “Madame Bovary soy yo”. Creo que también los autores de no ficción tenemos algo de los seres sobre los cuales escribimos. No te digo que seamos afines en cuanto al modo de ser, pero sí que esos personajes nos habitan, están dentro de nosotros.
¿Cómo se hace para no perder de vista la línea que divide una crónica que muestra un personaje y la que busca dejar una lección a través de ese personaje?
A.S.R.: Nunca he pretendido dar lecciones. Me basta con contar la historia de la mejor manera posible. Ahora, si al contarla bien algún lector encuentra en ella una enseñanza, yo no me molesto.
¿Qué ofrece la crónica que no ofrezca otro género literario o periodístico?
A.S.R.: La crónica es una noticia que tiene rostro y está presentada en forma de relato. Es información que va más allá de los datos escuetos de la primera página. La crónica es la realidad contada por alguien que tiene una visión diferente, alguien que emprende la aventura de buscar datos más allá de la fachada de los hechos. La crónica que hoy lees como información del momento, dentro de veinte años será un documento histórico o un relato de valor literario al que siempre podrás volver.
¿Cómo afecta la obra de un escritor ser elevado al estatus de celebridad? Con el éxito en ventas de su obra y los múltiples reconocimientos, ¿se sientes una celebridad?
A.S.R.: Celebridades, Borges, Gabo, Chaplin. Uno solo es un pobre güevón que de vez en cuando, si se faja en el trabajo, puede gozar de un modesto cuartico de hora.
¿Dónde hay que ir a buscar las historias? ¿Alguna que lo haya encontrado sin buscarla?
A.S.R.: Las historias salen de la realidad de cada día, salen de la misma agenda que abastece a todos los periodistas. Uno debe andar alerta porque, donde menos se cree, como dicen los abuelos, salta la liebre. Sobre el otro punto te diré que a menudo nos topamos con historias que no andamos buscando. A veces son las mejores.
Gay Talese, refiriéndose a la reimpresión en 2006 de su obra Honrarás a tu padre, mencionó que una historia nunca termina o envejece, ¿sucedió esto con el Oro y la oscuridad?
A.S.R.: Pambelé tenía 59 años cuando salió la primera edición de mi libro. Ahora que salió la segunda tiene 66. A mí también me siguen cayendo los años encima. Pero la historia es inmune a eso. Algún día ni Pambelé ni yo estaremos en este mundo y, sin embargo, los lectores podrán seguir disfrutando los pormenores de la historia en la que él fue protagonista y yo autor. La crónica es un género que se inventó para poner al periodismo a salvo del envejecimiento.
* Juan de Dios Sánchez es un joven escritor cartagenero, director de “Cabeza de Gato” (Revista cultural baja en calorías), en cuya edición 5 aparece esta entrevista que ha cedido a Dominical.

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