Revista dominical


Héctor Trujillo, el caballero en su sabor

A las cinco de la mañana, se levanta y enciende la caminadora. Sus dos fieles mascotas lo acompañan. En su reproductor hay listas con canciones que van desde  Ojitos chiquiticos de Don Omar, pasando por El serrucho de Mr Black, hasta llegar a las notas de los artistas clásicos Fryderyk Chopin y Serguéi Rajmáninov.

Las canciones más movidas de su playlist, son las responsables de media hora de baile diario, y hacen parte de su rutina de ejercicio.
Endorfinas... sensación de bienestar, no se sabe, pero Héctor se la pasa feliz y sonríe tanto como las veces que ofrece su amistad. Siempre sabe qué decir y tiene un espíritu altruista que parece nunca desvanecerse.

La familia, lo primero
Antes de que Héctor nos reciba en su casa, uno de sus dos yorkshire terrier, sale a conocernos. Se llama Paco. Olfatea y vigila nuestros pasos, jugueteando por todo el camino. Lola, su otra mascota, no se despega de su dueño. Ella es la consentida de la casa, una damita muy tierna y bien portada.

Llegamos a su estudio. Hay fotos de su familia por todas partes. Sus cuatro hijas, Catalina, Ana María, Sandra y Susana, sonríen al lado de su madre, Margarita del Castillo. Él, llamado a lo cultural, encontró su complemento perfecto. “Margarita es una mujer muy culta, leída... matemática, tiene 73 años y puede ser ingeniera de sistemas (risas)”, dice con evidente admiración.
También hay un retrato de su madre, la cartagenera, Ana María Vélez Emiliani y de su padre, el cubano - salvadoreño, Héctor Trujillo. “Era un hombre buenmocísimo”, dice. Sí, lo era. Su padre, quien ocupó el cargo de Embajador de El Salvador en Colombia, fue Especialista en Recuperación de Drogadictos y Alcohólicos.

“Mi madre, por otro lado, creó el círculo obrero de San Pedro Claver y el Apostolado de la Máquina. Hay una concentración escolar enorme que se llama Ana María Vélez de Trujillo”, comenta orgulloso. “Su forma de ser hizo que nosotros (sus cinco hijos) pensáramos distinto que los demás”.

A los cuatro años, Héctor, sus hermanos y sus padres se fueron a vivir a Peekskill, norte de Nueva York. “Por ser mi papá realmente norteamericano (porque él vivió desde los tres años en Nueva York) me llevaron muy pequeño a Estados Unidos. Conocí Nueva York a los 4 años y Bogotá a los 19, así que te puedes imaginar que mi educación fue más que todo en el exterior”.
¡Paco, déjala quieta!, exclama Héctor, refiriéndose a su perrito. Debajo del enorme y mullido mueble de su sala de estar, está Lola, escondida.
Vivir lejos de Colombia, afianzó las raíces latinas de Héctor, quien afirma ser uno de los mejores bailarines de salsa de Cartagena. De hecho, comenta entre risas, “gané un concurso de baile en Estados Unidos, y puedo bailar lo que sea”
Héctor estudió en el colegio militar de sus antepasados, los Vélez, graduándose con honores y volviendo a Colombia a los 19 años. Luego de intentar estudiar Medicina, con resultados perjudiciales para su salud, estudió Economía en la Universidad de Cartagena.

Su vida profesional despegó en Metalco, una empresa de su padre, luego de lo cual fue Gerente de la Andi (Asociación Nacional de Empresarios de Colombia) de Cartagena, Vicepresidente Nacional de la Andi y Presidente de la Organización de Zonas Francas con el Banco Mundial, asimismo trabajó con la Organización de Naciones Unidas (ONU) donde se pensionó.
“Cuando estuve en Zona Franca, se creó el primer proyecto de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) de toda América Latina, se llamaba el Área de influencia de Cartagena. Entrábamos en los pueblos y las pequeñas veredas a capacitar a la gente, para que las empresas que se instalaran en la zona utilizaran mano de obra local”, explica. Para entonces ya había tras sí un importante sesgo social.

Cartagena, Ciudad Sabor
“Cumpliré 73 años en un mes y lo que puedo dejarle a mi ciudad y a mis hijas es haber hecho la última colaboración para que el turismo sea más equitativo y la ciudad sea más justa y competitiva”.
Un Máster en Desarrollo Social, llevó a Héctor a estudiar la problemática social de Cartagena y a ver más allá de la informalidad del empleo del sector turismo. “El 69 por ciento de la población económicamente activa de Cartagena es el turismo, y de ese 69, el 43 es informal, lo cual trae conflictos sociales enormes porque viene la desestructuración social atípica, a raíz de la inestabilidad salarial. Aquí se produce desestabilidad, incomprensión y odio a la familia. Todo eso trae también violencia y toda esta inseguridad”.

“Este sector tiene mucha más importancia de la que uno cree, tal vez en el Producto Interno Bruto de la ciudad y de Bolívar no es muy significativo (pone de ejemplo a Mamonal) pero en cuanto al parte social, el turismo tiene una gran trascendencia”.

Héctor Trujillo Vélez es el presidente del proyecto Cartagena, Ciudad Sabor, en el que participan los restaurantes Alma, Bohemia, El Gobernador, Erre, Comercializadora La Diferencia y Vera, trabajando para direccionar el turismo hacia la gastronomía, el sabor, el baile y la cultura de la ciudad.

Con un paquete que dos veces al año durante la llamada “temporada baja”, atrajera a turistas del país y del mundo, la ciudad tendría un nuevo atractivo, de la mano de una experiencia culinaria única.
“Tenemos que ver cómo hacer un turismo equitativo e internacional”, dice para sí, como principio fundamental.

En la filosofía de Héctor aplica algo así como que hay que disfrutar, ayudar y aprender. No hay tiempo para extrañar, sino para vivir, no hay tiempo para amargarse, sino para compartir y siempre, siempre, habrá tiempo para poner en marcha las buenas ideas.

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